La semana pasada comenzamos nuestro peregrinaje de renovación durante la
época de Cuaresma. Este año, nos estamos adentrando en la experiencia de Jesús
en el desierto para reflexionar y aprender un poco más sobre la realidad de las
TENTACIONES en nuestras vidas como discípulos/as de Jesucristo. Como les
comenté la semana pasada, (a modo de definición) una tentación es cualquier situación o pensamiento que nos incita o seduce a pecar contra Dios
y/o nuestro prójimo.
La tentación, encuentra su origen NO en Dios, sino en nuestra fragilidad
humana (en nuestra insistencia de vivir a “nuestra manera”), y solo las podemos
vencer con la ayuda del Jesucristo, por medio del Espíritu Santo, y el
conocimiento de la Palabra de Dios según nos ha sido revelada en la Biblia. Y
al reflexionar sobre este tema (difícil y arrido para muchas personas), lo
hacemos sabiendo, como aprendimos la semana pasada, que ante la tentación, en
Cristo, tenemos esperanza. Porque Jesús venció, nosotr@s podemos también salir
vencedores/as del desierto de la tentación.
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Hoy, comenzamos a considerar siete (7) expresiones de la tentación, que
cuando se materializan en nuestra vida, se les conocen, tradicionalmente, como
los siete pecados cardinales o mortales (o pecados raíces). Específicamente, hoy
quisiera invitarles a que reflexionemos sobre la tentación del ORGULLO.
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Hay un dicho popular que se usa mucho para rechazar a las personas
orgullosas. Mucha gente cuando se encuentran ante una persona orgullosa o
arrogante dicen: “FULANO se cree que es
la última Coca Cola del desierto.” Hablar del orgullo, como una tentación, es un poco complicado, pues al hablar
de este tema hay dos vertientes, una positiva, y una negativa.
El orgullo, como algo positivo, significa a grandes rasgos, tener un
sentido saludable de valor, satisfacción y realización en la vida. No hay nada
malo con que una persona tenga una auto-estima saludable, o que uno se sienta
satisfecho con un trabajo bien hecho. O que uno se sienta orgulloso de haber
completado una meta. Eso es bueno, y saludable. El problema con el orgullo, es que muy rápido, y aun sin
que nos demos cuenta, puede convertirse en una expresión destructiva, cuando nos
creamos una opinión distorsionada e inflada de quienes somos y comenzamos a
desarrollar ideas de SUPERIORIDAD. Ideas que nos hacen pensar que somos mejores
que los demás, y que estamos por encima en estatus, y valor – al punto que
rechazamos a las personas a nuestro alrededor pues las vemos como INFERIORES.
La Biblia claramente nos enseña que a Dios NO LE GUSTA LA GENTE
ORGULLOSA. Proverbios 16:5 dice: “El Señor aborrece a los arrogantes y a los
orgullosos.” Y en el Salmo 101:5, el Señor declaró por medio del salmista, “…al de ojos altivos y corazón soberbio no lo soportaré.”
El orgullo,
como una tentación y algo negativo, es sumamente peligroso. La
tentación de ser personas orgullosas y arrogantes, si no la resistimos: nos
aísla – nos separa. Primero de Dios, porque en nuestra soberbia pensamos que no
lo necesitamos en nuestra vida; y luego de nuestro prójimo, pues llegamos a
pensar en nuestro error que somos mejores que los demás. También, si cedemos ante la tentación del orgullo y la soberbia, nos cerramos al aprendizaje – pues nos
creemos que no las sabemos todas. Nadie nos puede dar un consejo, mucho menos
una palabra de amonestación o corrección.
Además, el orgullo, la soberbia y la arrogancia nos hacen inútiles para
el servicio en el Reino de Dios, pues siempre que se nos pida hacer algo que
pensemos no es de nuestra altura, lo vamos a despachar “…yo no hago ese tipo de
cosas”.
Si todo lo anterior no fuera suficiente, tenemos que tener claro que si
nos damos el lujo de vivir con soberbia y arrogancia, ante Dios y nuestro
prójimo – nos estamos encaminando a la destrucción y el fracaso. La Biblia en
Proverbios 16:18, nos da la siguiente tajante advertencia: “Al orgullo le sigue la destrucción; a la
altanería, el fracaso.” Eventualmente, en nuestro orgullo, nos
auto-destruimos y quedamos solos/as, pues en nuestra arrogancia, rechazamos a
todo el mundo (incluyendo a Dios), y perdemos la capacidad de reconocer cuando
NECESITAMOS AYUDA. Tanta gente, que ha tenido que experimentar la frustración
del fracaso, simplemente porque en su orgullo, no han podido reconocer que
necesitaban ayuda. Cuanta gente se han auto-condenado a la muerte eterna –
porque en su soberbia y arrogancia espiritual, se negaron a reconocer su
necesidad de Cristo.
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En este día, escuchemos las palabras de consejo del Apóstol Pablo en
Romanos 12:3, quien le dijo a la iglesia cristiana en Roma “Por la gracia que se me ha dado, les digo a
todos ustedes: Nadie tenga un concepto de sí más alto que el que debe tener,
sino más bien piense de sí mismo con moderación, según la medida de fe que Dios
le haya dado.” Pidámosle al Espíritu Santo nos ayude para que podamos
resistir la tentación de ser personas orgullosas, soberbias, y arrogantes – y
nos ayude a pensar moderadamente sobre nosotros mismos, para que cada día
podamos crecer en la virtud de ser personas HUMILDES.
Y si difícil y complicado es hablar del orgullo – todavía más difícil es
hablar sobre la humildad. Mi mamá siempre nos motivó a mis hermanos y a mí a ser
personas humildes. Pero siempre nos aclaraba a modo de advertencia,
diciéndonos, “El día que piensen que son humildes, ese día descubrirán que no lo son.”
La humildad no es un título – es un estilo de vida. Un estilo de vida hermoso
que agrada a Dios. La Biblia dice en Santiago 4:6, que aun cuando “Dios se opone a los orgullosos, da gracia a
los humildes.” El salmista declaró (25:9) “El Señor dirige en la justicia a los humildes, y les enseña su camino.”
Entonces, en este día, pidámosle a Dios abra nuestros ojos para que podamos ver
la condición real de nuestro corazón. Para que podamos discernir si estamos
caminando por esta vida en humildad, con una opinión realista sobre quienes
somos – o si acaso, nos creemos que somos “la última Coca Cola en el
desierto”...orgullosos, arrogantes, y viviendo con soberbia (ante Dios y los
demás).
Muchos se preguntaran, ¿Cómo venzo la tentación del orgullo? – Y yo les
contesto (arriesgándome a sonar simplista) HUMILLANDONOS DELANTE DIOS. La
Biblia, en 1 Pedro 5:6 nos exhorta de la siguiente manera: “Humíllense, pues, bajo la poderosa mano de
Dios, para que él los exalte a su debido tiempo.” Al humillarnos delante de
Dios, primeramente estamos declarando su Majestad, y luego reconociendo nuestra
insuficiencia y necesidad de Su amor, su verdad, y su justicia en nuestras
vidas.
Esto es un asunto de vida o muerte, pues la humildad de corazón es lo
que nos abre la puerta a la salvación y la vida plena en Jesucristo – pero ¿cómo
obtenerla, si no primero reconocemos que la necesitamos y que no hay nada que
podamos hacer para merecerla? Por eso la Biblia nos dice en Efesios 2:8-9 “por
gracia ustedes han sido salvados mediante la fe; esto no procede de ustedes,
sino que es el regalo de Dios, no por obras, para que nadie se jacte.”
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Cada día, pidamos al Espíritu Santo nos conceda la fortaleza y
determinación para resistir la tentación del ORGULLO, y que abra nuestra vida a
la virtud de vivir en HUMILDAD
Termino compartiendo con ustedes unas palabras de exhortación que
encontramos en la Biblia en Filipenses 2:5-11, que nos invitan a perseguir un
estilo de vida de humildad, siguiendo el ejemplo del ser, que aun siendo Dios,
se humilló por amor a nosotros.
“La actitud de ustedes debe ser
como la de Cristo Jesús, quien, siendo por naturaleza Dios, no consideró el ser
igual a Dios como algo a qué aferrarse. Por el contrario, se rebajó
voluntariamente, tomando la naturaleza de siervo y haciéndose semejante a los
seres humanos. Y al manifestarse como hombre, se humilló a sí mismo y se hizo
obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz! Por eso Dios lo exaltó hasta lo
sumo y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre, para que ante el nombre
de Jesús se doble toda rodilla en el cielo y en la tierra y debajo de la
tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios
Padre.”
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