El mundo ha cambiado mucho en los últimos 15 años. Los avances
tecnológicos, como el Cable TV, la Internet, y los teléfonos inteligentes, han
revolucionado el mundo en la manera como
y cuando recibimos información. Antes, si uno quería comunicarse con
alguien a la distancia, le llamaba o le escribía – ahora, a través de las redes
sociales, el mundo se ha hecho pequeño, y uno puede hablar con alguien al otro
lado del mundo muy fácil a través de una tele conferencia en su teléfono portátil, tableta o
computadora.
Antes, cuando había guerra en algún país, veíamos fotos o visuales en
video, unas horas y hasta días después que los eventos sucedían. Hoy en día,
cuando hay guerra, lo vemos en vivo y a todo color, en la TV, según los eventos
están sucediendo. Unos años atrás, para leer el periódico, uno tenía que
comprarlo – ahora las noticias están disponibles en todo momento y lugar, con
el toque de un botón, en nuestros teléfonos portátiles.
En lo que respecta al pecado, personalmente, creo que las cosas también han
cambiado mucho - hoy en día hay más
oportunidades de pecar. No me mal interpreten, hace 15 años había muchas
oportunidades de pecar, pero para encontrarlas, en la mayoría de los casos,
había que salir a buscarlas. Pero hoy, las tentaciones, como la pizza, nos las
entregan a la mano en la puerta en la comodidad de nuestros propios hogares, y
van con nosotros/as a todo lugar. Lamentablemente, con todos estos avances
tecnológicos, es más fácil tener acceso a información (escrita y visual), que
se nos presenta como tentaciones que nos invitan a pecar contra Dios, y nuestro
prójimo.
Hablar sobre las tentaciones, aun cuando es un terreno
arrido para muchas personas, es muy importante. Tan importante, que Jesús mismo, cuando enseñó a sus
primeros discípulos como orar, les dijo que, entre otras cosas, le pidieran al
Padre Celestial: “que no permitiera que
cayeran en tentación y los librará del mal”. Cada día tenemos que pedir en
oración, como nos enseñó Jesús, que en el poder del Espíritu Santo, seamos
librados del mal, porque como muy bien nos aclara la Biblia – el enemigo de las
almas está buscando a todo momento
como hacernos pecar contra Dios. El Apóstol Pedro le dijo a la iglesia en modo
de advertencia: “Practiquen el dominio
propio y manténganse alerta. [Pues] su enemigo el diablo ronda como león
rugiente, buscando a quién devorar.” 1 Pedro 5:8
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Entonces, comencemos con lo más obvio, preguntándonos ¿qué es una tentación? A modo de
definición general, una tentación es
cualquier situación o pensamiento que nos
incita o seduce a pecar. Dicho esto, es importante aclararles que ser tentados – no es pecado. Jesús, como escuchamos en
Mateo 4:1-11, fue tentado – pero nunca
pecó.
Otra pregunta importante es ¿de
dónde proviene o se originan las tentaciones? Bueno, Mateo nos dice que
aunque fue Dios quien llevó a Jesús al desierto con un propósito muy especial –
fue el diablo, quien lo sometió a tentación. Entonces, estemos siempre claros que:
la tentación no proviene de Dios. La
Biblia claramente nos enseña en Santiago 1:13, “Que nadie, al ser tentado, diga: «Es Dios quien me tienta.» Porque Dios
no puede ser tentado por el mal, ni tampoco tienta él a nadie.”
Pero, ¿si no es Dios quien nos
tienta, entonces, dónde se origina la tentación? En nosotros/as, mis
amados/as– en nuestra fragilidad humana. Santiago 1:14, dice “…cada uno es tentado cuando sus propios malos
deseos lo arrastran y seducen.” Volvamos a Mateo (al desierto) – fíjense
que Jesús, mientras estuvo en el desierto por 40 días, no ingirió alimentos. En
aquel lugar arrido, él se enfrentó a lo que sería Su realidad de sufrimiento en
la cruz. Y en ese tiempo de preparación
espiritual, sus ojos fueron abiertos a la gloria que recibiría si se mantenía
fiel al propósito de Dios para su vida. Pero en su humanidad, que era plena
(tanto como su divinidad), el sintió hambre. Siendo Dios, se encontró
vulnerable al sufrimiento. Y lo más seguro, en su humanidad, ante la realidad
de la cruz, sintió miedo. Y fue ahí, en
medio de su vulnerabilidad, donde el enemigo se metió – y trató de
inducirlo a pecar contra Dios. Y es ahí, en nuestra fragilidad humana, donde el
enemigo se infiltra para tratar de hacernos pecar contra Dios. En medio de las
realidades y sufrimientos cotidianos; cuando Dios quiere tener tratos
especiales con nosotros para bendición; o cuando Dios nos hace sensibles a su
propósito y llamado, ahí es que el enemigo se infiltra para ofrecernos atajos,
salidas fáciles, y distorsionar la visión de Dios para nuestras vidas – es ahí (en
el desierto) donde el enemigo hace todo lo posible para que pequemos, y le
demos la espalda al Señor.
Rara vez la tentación nos llega como algo que nos abruma y es obvio. En
la mayoría de las ocasiones, las tentaciones se nos presentan sutilmente, y a
veces nos llegan hasta disfrazadas con apariencia
de ser algo bueno. Miren el caso de Jesús en el desierto – el enemigo
sabiendo que Jesús tenía hambre le tentó y le dijo que convirtiera algunas
piedras en pan para que tuviera que comer. A primera vista, esto parece una
buena recomendación – Jesús necesitaba comer. Pero el haberlo hecho, hubiera
implicado sobreponer su voluntad a la del Padre Celestial, quien le había
convocado a un ayuno, para fortalecerle espiritualmente.
El diablo también lo invito a tentar la misericordia de Dios seduciéndole
a destruir su vida, distorsionando la Palabra de Dios, tratando de hacerle
pensar que Dios lo libraría aun en su desobediencia. El diablo también lo
chantajeo, ofreciéndole todas las riquezas del mundo, con tal que le diera la
espalda al propósito de Dios para su vida. Pero, como nos dice la Biblia, Jesús
resistió las tentaciones que fueron puestas delante de Él, y salió del desierto
victorioso – y su victoria ante las
tentaciones y el pecado, es hoy NUESTRA VICTORIA.
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Entonces, si la victoria de Jesús es nuestra victoria, ¿cómo sobrellevamos la tentación en
nuestras vidas? Bueno, volvamos otra vez al pasaje en Mateo – donde podemos
encontrar 2 puntos importantísimos que no podemos pasar por alto.
Primero,
Mateo nos aclara la condición de Jesús al ser dirigido al desierto: JESUS
ESTABA LLENO DEL ESPIRITU SANTO. En el desierto Jesús sintió
hambre, cansancio, y sufrimiento – pero pudo vencer, no por su fortaleza física
o emocional, sino por su fortaleza ESPIRITUAL – Él estaba lleno del Espíritu
Santo. En esta vida los momentos difíciles, las tentaciones (los desiertos) van
a llegar – pero la promesa de Dios es que si procuramos la llenura del Espíritu
Santo en nuestro diario vivir – como Cristo, nosotros/as también saldremos
vencedores de las luchas y tentaciones.
Segundo,
Jesús en medio de la tentación no dependió de Su sabiduría, sino de la
sabiduría de Dios, según estaba revelada en Su Palabra.
Ante los ataques del enemigo, Jesús nunca argumentó con un “yo creo”, “yo
pienso”, “me dijo fulano”. Las respuestas de Jesús siempre fueron: “escrito
está…”.
Que diferente sería nuestra lucha espiritual si supiéramos “lo que está
escrito…en la Palabra de Dios”. Tantos cristianos/as que viven esclavizados al
pecado, simplemente porque no han sido diligentes en aprender lo que nos ensaña
la Palabra de Dios. No es que no tengan Biblia – es que no la leen, ni
estudian. Y entonces, cuando les llega el enemigo, con sus mentiras y medias
verdades, no tienen con qué rebatir sus argumentos y engaños. En el desierto,
ante la tentación, no se trata de cómo nos sentimos o lo que pensamos – sino lo
que Dios declara en nuestro favor en Su Palabra – la Biblia. Por eso Timoteo
exclamó que: “…toda la Escritura es
inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir y para
instruir en la justicia, a fin de que el siervo de Dios esté enteramente
capacitado para toda buena obra.”
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Ante la
tentación – en Cristo, TENEMOS ESPERANZA. Porque
Jesús venció, nosotr@s podemos también salir vencedores/as del desierto. En este día, aceptemos la invitación del
Espíritu Santo de ir al desierto con Jesús, donde nuestra fe se fortalecerá y
recibiremos nuevas victorias. Pidámosle al Señor, que durante este tiempo de
Cuaresma, nuestras mentes y corazones estén abiertos a las enseñanzas que
estaremos recibiendo – y pidámosle al Espíritu Santo, que tal como a Jesús,
también nos llene con Su poder y autoridad, para que nosotros/as TAMBIEN –
podamos vencer la tentación.
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