Lea: 1 Timoteo 6:3-10 | Hace unos años atrás, el pastor Kent Hughes
realizó una encuesta nacional en la que participaron más de 25,000 personas, en
la que se le preguntó a la gente: “¿Qué
estaría usted dispuesto a hacer por $10 millones de dólares?” Los
resultados de la encuesta fueron publicados posteriormente en su famoso libro
“El Día que América dijo la Verdad”, y los mismos fueron alarmantes.
Un 50% de los encuestados aseguró que mentirían por esa cantidad de
dinero; 20% dijo que por $10 millones estarían dispuestos a dejar a sus
familias (incluyendo a sus hijos); 23% contestaron que estarían dispuestos a
prostituirse por una semana; y 7% aseguraron que, por $10 millones de dólares,
estarían dispuestos a matar a un extraño.
¿Qué es la
codicia? Según el diccionario, la codicia es el deseo incontrolable de querer tener más y
mejor. Obviamente, como más fácil tenemos más y mejor, es a través del
dinero – entonces, el dinero (tenerlo y acumularlo) se convierte en nuestra
obsesión y prioridad en la vida. Hay mucha gente, que aun sin entender el
peligro de sus palabras, se la pasan diciendo: “It’s all about the money” o “se
trata sólo de ganar dinero”. Y no es lo que dicen – sino lo que hacen para obtenerlo: descuidan su
relación con Dios (por eso Timoteo dijo en el vs. 10 que “…por codiciarlo, algunos se
han desviado de la fe”). También, descuidan a sus familias,
traicionan sus valores, mienten, engañan, algunos roban, y hay gente que hasta
mata, por unos cuantos dólares (por eso fue que Timoteo dijo que por amor al
dinero son muchas las personas que “…se han causado muchísimos sinsabores.”
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Saben, pero la codicia, casi nunca actúa sola, y nos llega acompañada de
otra tentación muy peligrosa: la envidia – que no es otra cosa que
la falta de contentamiento por lo que
tenemos en relación a lo que tienen otras personas. En otras palabras, la
envidia nos dice: “otra persona lo tiene
– entonces, deséalo tú también.” La codicia, cuando trabaja en conjunto a
la envidia, y toman control de nuestra vida – son una receta para la
destrucción, y pueden ser mortales. Esto
es tan importante, que Dios, lo plasmó en los Diez Mandamientos, cuando nos
dijo: “No codicies la casa de tu prójimo:
No codicies su esposa, ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su burro,
ni nada que le pertenezca.»” (Ex 20:17).
La codicia y
la envidia, si no las resistimos como tentaciones, nos pueden hacer mucho daño.
La Biblia en innumerables ocasiones, nos alerta al
respecto.
- Eclesiastés 5:10 dice “Quien ama el dinero, de dinero no se sacia. Quien ama las riquezas nunca tiene suficiente.”;
- Proverbios 15: 27, dice “El ambicioso [codicioso] acarrea mal sobre su familia..”;
- y, 1 de Corintios 6:10, sin mucha decoración declara que las personas codiciosas (avaras) “no heredaran el Reino de los Cielos”.
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La codicia y la envidia, si no las resistimos también pueden tener
efectos devastadores en nuestra calidad de vida. Si no, díganselo a toda la
gente, que por querer tener más y mejor, o lo que otros tienen – viven
endeudados. Según el Departamento del Tesoro de los EEUU, más de 930 millones
de personas tienen al menos una tarjeta de crédito sobregirada (deben más de lo
que pueden pagar). En más del 65% de los divorcios, se reporta al “dinero” como
la razón principal para la ruptura en la relación. En las últimas décadas, la
cantidad de personas que juegan en casinos y la lotería se ha triplicado.
Y como si esto no fuera suficiente, permítanme darles unas estadísticas
mucho más alarmante, y que atañen a la iglesia directamente. Según el Instituto
Barnas, los cristianos/as en los EEUU aportan aproximadamente unos $850
millones en ofrendas para programas de misiones (algunos pensaran que esto es
mucho dinero), pero esta cantidad representa unos $150 millones menos de lo que
gastan en café en tiendas de consumo; $27 millones menos de lo que gastan en
goma de mascar (chicle); y 14 millones menos de lo que gastan en comida para
perro. Eso es $1.50 centavos para programas de misiones al mes, por persona. En
promedio, mucha gente usa más dinero en goma de mascar (chicle), que para
apoyar los programas dentro de la Iglesia que están tratando de hacer una
diferencia positiva alrededor del mundo.
Otra estadística de la misma encuesta arrojó que tan solo 37% de los cristianos/as encuestados, informaron
que cumplieron con el compromiso financiero que hicieron con sus respectivas
iglesias. Y, aun cuando la Biblia nos presenta el diezmo como la norma y punto
de partida de generosidad, el cristiano promedio ofrenda tan solo, el 3.2% de
sus ingresos para el sostenimiento y desarrollo de la misión de la iglesia de
Jesucristo.
Ante la codicia y avaricia del pueblo de Israel, el Señor dijo a Su
pueblo a través del profeta Hageo (y prestemos mucha atención, porque todavía
Dios está hablando) “¿Acaso es el momento
apropiado para que ustedes residan en casas techadas mientras que esta [mi]
casa está en ruinas?... Ustedes esperan mucho, pero cosechan poco; lo que almacenan en su casa,
yo lo disipo de un soplo. ¿Por qué?
¡Porque mi casa está en ruinas, mientras ustedes sólo se ocupan de la suya!
—afirma el Señor Todopoderoso” (Hageo 1:4 y 9).
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¿Cómo
revertimos estas estadísticas? ¿Cómo resistimos la tentación de la codicia y la
envidia? Con las virtudes del CONTENTAMIENTO y LA GRATITUD. El
Apóstol escribió a la iglesia cristiana “Manténganse
libres del amor al dinero, y conténtense con lo que tienen, porque Dios ha
dicho: «Nunca te dejaré; jamás te abandonaré.»” (Hebreos 13:5) Esto es bien
sencillo – si no eres feliz con lo que tienes hoy, tampoco lo serás si tienes
un poco más. Si no eres agradecido por lo que es tuyo hoy, siempre estarás
deseando lo que la otra gente tiene.
No podemos ser personas codiciosas y envidiosas, y felices a la misma
vez. La codicia, y la envidia, son un veneno que le mata la alegría al corazón.
No podemos ser verdaderos discípulos de Jesucristo, y vivir esclavizados al
amor al dinero, al mismo tiempo. Tenemos que renunciar a uno, para poder
realmente servir al otro. No podemos aspirar a un estilo de vida de generosidad
mientras permanezcamos enredados/as en las redes de la codicia. No es posible
dar, como Dios espera de nosotros, mientras vivimos segados por la obsesión de
lo que todavía no tenemos.
TENEMOS QUE DECIRLE A LA CODICIA y a la ENVIDA – NO MAS. Pues, mientras
la codicia y la envidia, pueden hacer sentir aun a la persona más rica pobre,
el contentamiento y la gratitud en lo que Dios provee, pueden hacer aun al más
pobre, sentirse rico. Y esto no se trata de ser personas conformista o que no
tienen aspiraciones en la vida. Aquí de lo que se trata es de echar a un lado
todo aquello que nos trata de alejar del propósito de Dios para nuestras vidas.
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Es mi oración que siempre podamos encontrar contentamiento y gratitud en
lo que Dios nos provee día a día – y que cuando la codicia y la envidia traten
de infiltrarse en nuestras vidas – las resistamos con la autoridad que nos ha
sido dada en Cristo Jesús. Y si hoy, en humildad reconoces que la codicia y/o
la envidia han encontrado un lugar en tu vida, confiesa tu pecado y el Señor,
que es misericordioso te perdonará.
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