¿Alguna vez te has dado a la
tarea de realizar algo importante en tu vidas (ya sea personal o de trabajo),
donde al terminar reconoces que pudieste haber hecho un mejor trabajo? Cuando
miro la foto que acompaña esta reflexión me pregunto cómo se debe haber sentido
la persona que estaba pintando la línea blanca al costado de la carretera. Me
sospecho que esta persona, lo más seguro sabía lo que se esperaba de él/ella –
una línea recta a través de todo el trayecto. Pero es obvio, por lo que vemos,
que quien pintaba se conformó con que hubiera un tramo torcido y su trabajo no
fuera considerado uno de excelencia. Tal vez, por no bajarse de su vehículo de
trabajo, o no tener que mover el pedazo de tronco en el suelo, el pintor/a
prefirió (o se conformó con…) la mediocridad, antes que a la excelencia.
Muchas veces, lamentablemente,
preferimos la mediocridad, antes que la excelencia en nuestras vidas. Ya sea en
nuestros quehaceres cotidianos, nuestras relaciones con aquellas personas que
son importantes en nuestra vida, asuntos de trabajo, e incluso en lo que
respecta a nuestra relación con Dios y nuestro compromiso con la iglesia de
Jesucristo – muchas veces, simplemente no damos lo mejor. Aun cuando sabemos lo
que se espera de nosotros y lo que es necesario, nos CONFORMAMOS con dar lo mínimo esperado…y voluntariamente, aun sin
darnos cuenta, renunciamos a la posibilidad de vivir una vida de EXCELENCIA.
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El pasaje bíblico de Marcos
12:28-34 nos puede ayudar a comprender esto un poco mejor, desde la perspectiva
de Dios. Jesús, como nos relata Marcos, se encontraba en medio de una discusión
con algunos de los líderes religiosos de su tiempo, cuando se le acercó un fariseo
y le hizo una pregunta muy peculiar. El
hombre le pregunto a Jesús: …de todos los mandamientos, ¿cuál es el más
importante? A lo que Jesús contestó: “Ama al Señor tu Dios con
todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas.”
El segundo es: “Ama a tu prójimo como a ti mismo.” No
hay otro mandamiento más importante que éstos.
Este hombre, quien en realidad tenía la intención de sorprender a Jesús
en un error para poderlo acusar, al escuchar la respuesta del Maestro, no le
quedo de otra sino estar de acuerdo. El le dijo a Jesús: “Bien dicho, Maestro. Tienes razón al decir que Dios es uno solo y que
no hay otro fuera de él. Amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento
y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo, es más importante
que todos los holocaustos y sacrificios”. Jesús al escuchar lo bien que
el hombre se expresó, le ripostó diciéndole: “No estás lejos del reino de Dios”.
Este hombre (con quien Jesús
dialogaba), sabía muy bien la respuesta a la pregunta que él había hecho a
Jesús. Como un judío devoto, lo más seguro él había dicho esas palabras miles
de veces (según se encuentran en Deuteronomio 6:4-9), como parte de su participación
en los rituales religiosos de su tiempo.
Pero, a pesar de ese conocimiento (que era bueno), y de su participación
en los rituales y tradiciones de la Iglesia – tristemente, este hombre no
estaba ADENTRO del Reino de Dios. Fíjense que Jesús le dijo – NO ESTAS LEJOS
DEL REINO DE DIOS. El no estaba lejos (o en otras palabras estaba cerca),
porque SABIA lo que Dios esperaba de él, pero NO estaba adentro, porque lo más
seguro no HACIA lo que era necesario y requerido por Dios para ser un
considerado un ciudadano del Reino.
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¿Cuántas veces SABEMOS lo que Dios espera de
nosotros/as, y nos conformamos con saber, creyendo que ese “conocimiento” es
suficiente para agradar a Dios? Las palabras de Jesús, hoy nos enfrentan a una
dura realidad como discípulos de Jesucristo. Saber sobre lo que Dios espera de
nosotros/as es bueno, PERO es el HACER (nuestra obediencia), lo que nos acerca
PLENAMENTE a las bendiciones del Reino de Dios. No podemos CONFORMARNOS CON
SABER lo que Dios quiere de nosotros/as. Si queremos experimentar las promesas
que Jesucristo nos ofrece TENEMOS que VIVIR nuestra fe, en todas las áreas de
nuestra vida, hasta sus últimas consecuencias. No podemos pretender ser
coparticipes de las gloriosas bendiciones del Reino de Dios, si no ponemos en
práctica los principios que encaminan nuestras vidas a esas bendiciones.
Muy bien lo dijo el Apóstol
Santiago (1:22-25), cuando escribió: “No
se contenten sólo con escuchar la palabra, pues así se engañan ustedes mismos.
Llévenla a la práctica. El que escucha la palabra pero no la pone en práctica
es como el que se mira el rostro en un espejo y, después de mirarse, se va y se
olvida en seguida de cómo es. Pero quien
se fija atentamente en la ley perfecta que da libertad, y persevera en ella, no
olvidando lo que ha oído sino haciéndolo, recibirá bendición al practicarla
[énfasis añadido]”.
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Al comenzar nuestro
peregrinaje durante el tiempo de Cuaresma, el Espíritu Santo nos está
confrontando y nos invita a reflexionar sobre cual está siendo nuestra
experiencia de fe. A caso nuestra experiencia de fe se limita a un mero
conocimiento y la participación en rituales religiosos, o nuestra experiencia
de fe está fundamentada en una RELACION
PERSONAL y CRECIENTE con Cristo, donde a través de la dirección del
Espíritu Santo, le permitimos a las enseñanzas de Jesús y la sabiduría divina,
según nos ha sido revelada en la Biblia, que informen todo lo que hacemos en
nuestro diario vivir.
La experiencia del hombre en
el relato bíblico en Marcos, nos invita a todos/as nosotros/as, a que en
humildad consideremos si nos estamos conformando con “no estar lejos del Reino de Dios”, o si estamos caminando con
determinación, procurando siempre la
EXCELENCIA DE DIOS en nuestras vidas como verdaderos discípulos/as de
Jesucristo, al poner en práctica el mandato divino de: amar a DIOS sobre
todas las cosas, y amar a nuestro prójimo, como aprendemos a amarnos a nosotros
mismos, según nos enseño Jesús. CONFORMISMO ó EXCELENCIA - ¿cómo estás
viviendo?
ORACION: Amado Dios, hoy nos acercamos a ti, en humildad, pidiéndote que
escudriñes nuestro corazón, y nos ayudes a ser cristianos que damos testimonio
de nuestro amor por ti, no por lo que decimos saber, sino por lo que hacemos y
como vivimos en la sociedad, y aun cuando nadie nos ve. Al recibir las cenizas,
lo hacemos libremente, sin que nadie nos obligue, reconociendo nuestra total
dependencia de ti, y respondiendo a tu llamado de ser discípulos/as de
Jesucristo y agentes de transformación en el mundo.
Aun cuando la
noche es obscura, y hay tinieblas por doquier en el mundo, hoy descansamos en
tu Hijo Jesucristo, a quien concediste toda bendición y autoridad y diste a
nosotros/as para traernos esperanza. Ayúdanos a seguirle fielmente, y a depositar
toda nuestra confianza en Su infinito e incomparable amor.
Oramos todas
estas cosas, en Su nombre, que es Emanuel, Dios con nosotros/as, Amén.
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