Como les he comentado en otras ocasiones, yo tuve la gran bendición de crecer, desde muy temprana edad, en la Iglesia Metodista (desde las dos semanas de nacido, para ser más exacto). Durante mi niñez, recuerdo que yo prestaba atención a cosas que tal vez otros niños no le daban tanta importancia. Entre otras cosas, yo me daba cuenta que entre los adultos, había personas que tenían ciertos títulos y cargos que parecían muy importantes en la Iglesia. Estaba el Líder Laico, quien era muy respetado por todos, pues era la persona que el Pastor/a escogía para ser su mano derecha y representar a la congregación en todas las conversaciones importantes. Luego, estaba el presidente del Concilio de Ministerios - saben yo tuve la oportunidad de asistir a reuniones del concilio con mi mamá, y siempre veía a esta persona dirigir las mismas y preguntar a todos sobre cómo estaban trabajando - siempre pensé que era el jefe. También estaba el presidente de finanzas y el tesorero - la gente encargada de administrar el dinero - quienes tenían mucho poder e influencia en la Iglesia que yo crecí. También, habían otros...el presidente de Educación Cristiana, de Adoración, los Síndicos, etc. En fin, cuando yo pensaba en estas personas, y percibía el poder y lo importantes que eran sus posiciones en la iglesia, yo me decía para mi mismo - "eso es Grandeza a los ojos de Dios - algún día yo voy a ser como ell@s".
Cuando yo era un joven adulto, un día, mi pastor se me acercó para preguntarme si yo estaba disponible para trabajar como presidente del área de evangelismo de mi Iglesia. Dentro de mi yo me dije: "WOW!, Presidente de evangelismo…este es mi momento de grandeza". Y sin pensarlo, y ni tan siquiera saber en lo que me estaba metiendo, le dije que si al pastor. Les confieso, que yo creía que había alcanzado grandeza a los ojos de Dios, pues ahora tenía un título y un lugar de prominencia en la vida de la Iglesia. Pero tan pronto comencé a trabajar y coordinar esta área de me di cuenta que mi concepto de GRANDEZA, era tan solo una ilusión. En realidad no había tanto lustre en esta posición. Dirigir el área de evangelismo me llevó a las calles a predicar el evangelio en las noches, en los puntos de drogas, arriesgando mi seguridad. Un día, incluso, una persona me escupió la cara por ofrecerle a Cristo. Aquí no había tanta grandeza, como yo pensaba originalmente. Por muchos años, yo había confundido lo que realmente significa ser GRANDE a los ojos del Señor.
Me pasó parecido que a Jacobo y Juan, los hijos de Zebedeo, en el pasaje de la Biblia en el evangelio de Marcos 10:35-45. Estos hombres, dos de los discípulos más cercanos de Jesús, habían seguido al Maestro desde muy temprano en su ministerio. Ellos (al igual que los otros discípulos), creían que Jesús era el Mesías que habría de traer liberación al pueblo israelita del yugo opresor del gobierno romano. Como Mesías, ellos pensaban que el Reino de Jesús, cuando se estableciera, tendría la misma estructura que los reinos que ellos habían crecido viendo, donde había un rey, y luego un grupo de personas, que eran escogidas por el Rey, para compartir su poder y autoridad a través del territorio por el cual se extendía su reinado.
Jacobo y Juan, basados en la ilusión distorsionada de tener poder y prominencia, le pidieron a Jesús que cuando el estableciera su reino, les concediera los mejores lugares. Pero Jesús, dándose cuenta de la confusión que existía en la mente y el corazón de Jacobo y Juan, les aclaró: "ustedes no saben lo que me están pidiendo". Y lo que estaba pasando era que Jesús sabía el verdadero precio que sus primeros discípulos tendrían que pagar por ser sus seguidores más cercanos. Ellos, no tendrían poder ni influencias. Mucho menos autoridad sobre otros. Jesús sabía que una vez el no estuviera entre ellos, y su Reino se estableciera, sus discípulos tendrían que asumir responsabilidades que nunca habían asociado con seguirle, y experimentarían muchos sufrimientos y persecuciones por causa de su fe en El - algunos, incluso morirían por causa de su fe.
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Jacobo y Juan, tenían una visión distorsionada sobre lo que significaba ser GRANDE en el Reino de Jesucristo...ellos estaban confundidos sobre lo que es verdaderamente importante ante los ojos de Dios. Para Jesús, GRANDEZA, no era sinónimo de poder, influencias o tener autoridad sobre otras personas. Mucho menos, era producto de tener muchas posesiones materiales u ostentar grandes títulos en la sociedad o la iglesia. Para Jesús, GRANDEZA, según él la había predicado y modelado se encarnaba en una vida de SERVICIO. El se los aclaró a Jacobo y a Juan, y nos los aclara hoy a nosotr@s por medio de la Biblia, cuando les dijo: "los que se consideran jefes de las naciones oprimen a los súbditos, y los altos oficiales abusan de su autoridad. Pero entre ustedes no debe ser así. Al contrario, el que quiera hacerse grande entre ustedes deberá ser su servidor, y el que quiera ser el primero deberá ser esclavo de todos" (vs43-44).
Mis amad@s, para Dios, los/as grandes no son aquellos/as que persiguen títulos - sino los que se visten de humildad y rinden sus vidas al Señor, por medio del servicio que brindan a los demás en Su nombre. El mismo Jesús, aun siendo Dios, cuando estuvo en la tierra, no reclamó su lugar de Rey, sino por el contrario, se dio en servicio a la humanidad para que a través de su vida, sus enseñanzas, su ejemplo y eventualmente su muerte y resurrección - nosotr@s hoy tengamos salvación y la esperanza de la vida eterna.
Espero que tod@s nosotr@s anhelemos en nuestro corazón ser GRANDES en el reino de Dios. Pero, no a través de puestos o títulos importantes - sino a través de una vida de SERVICIO.
¿Anhelas ser GRANDE a los ojos de Dios? Entonces, entiende hoy que tus talentos, tus dones, tus habilidades, no te fueron dados por Dios para ganar la admiración de la gente ni para acumular riquezas y posesiones materiales. En realidad, te fueron dados para que puedas servir, y para que a través de tu servicio de amor - otras personas puedan conocer del amor de Cristo y recibirlo en sus vidas.
Jesús, en una ocasión luego de asombrar a sus discípulos al lavarle los pies, les compartió las siguientes palabras: "…ustedes me llaman Maestro y Señor, y dicen bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies los unos a los otros. Les he puesto el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo he hecho con ustedes. Ciertamente les aseguro que ningún siervo es más que su amo, y ningún mensajero es más que el que lo envió. ¿Entienden esto? Dichosos serán si lo ponen en práctica"(Juan 13:12-17).
Mis amad@s, allá afuera hay un mundo que se pierde sin Cristo que necesita que nosotros como pueblo de Dios les sirvamos, para que a través de nuestros actos de amor, ellos puedan conocer del amor de Dios y puedan encontrar esperanza en el Señor Jesús. Aquí adentro (en medio nuestro - en la Iglesia), hay personas, que necesitan que nos vistamos de humildad, y les sirvamos por medio de nuestros talentos y dones espirituales para que ellos puedan experimentar el amor transformador de Jesucristo y sus necesidades sean suplidas.
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Termino haciéndoles la misma pregunta que Jesús le hizo a sus discípulos: ¿realmente entienden la grandeza que nos llega a través de una vida de servicio? Es mi oración que hoy hayamos crecido, aunque sea un poquito, más en nuestra comprensión sobre la bendición que recibimos cuando nos damos en servicio a los demás y que vivan está enseñanza en sus quehaceres cotidianos, pues como Jesús dijo: Dichosos/as serán si lo ponen en práctica.
La Grandeza del Servicio
Por Revdo. Héctor A. Burgos
Copyright 2012
Pasaje de la Biblia: Marcos 10:35-45
10/21/2012 - Iglesia Metodista Unida Oasis, Pleasantville NJ (USA)
10/21/2012 - FUMC, Ministerio Hispano Casa de Esperanza, Tuckerton NJ (USA)
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