La semana pasada estuvimos considerando, a través del pasaje de Juan 20:19-31, unas de las historias bíblicas, más hermosas sobre los eventos que ocurrieron luego de la resurrección de Jesús. Como recordarán, este pasaje nos transportó al momento en que Jesús, ya resucitado, se le presentó a sus discípulos, y luego a Tomás, para ministrarles su paz, para proveerles evidencia de primera mano de su resurrección, y para concederles el regalo del Espíritu Santo.
A través de esta historia, entre otras cosas, aprendimos que Cristo se presenta a nuestras vidas (todavía hoy), Y HACE LO QUE SEA NECESARIO, al igual que hizo con sus primeros discípulos, para que podamos creer y CONFIAR en Su amor. Por medio del Espíritu Santo, que es la certeza de Cristo presente en nuestros tiempos, todavía podemos recibir la paz, y la evidencia de la presencia de Dios en nuestras vidas, aun en los momentos más difíciles en nuestro caminar de fe.
Entonces, en vez de permitir que nuestra fe se derrumbe en medio de nuestras luchas y las problemáticas que se nos presentan en la vida, al igual que Tomás, tenemos que anhelar la visitación de Jesucristo, para que de una manera CONTUNDENTE, Dios se muestre a nosotros en toda su gloria y nos conceda su amor, y SU PAZ. Esa paz, que SOLO JESUCRISTO NOS PUEDE DAR – esa paz, que como dijo el Apóstol Pablo, sobrepasa nuestro entendimiento, y protege nuestras vidas en el amor de nuestro Salvador. Jesús, no se mostró a Tomás para recriminarle o condenarlo – lo hizo para que Tomás PUDIERE CREER, y pudiera retomar su vida con un sentido renovado de confianza en Dios y lleno de ESPERANZA. ESE ES EL DIOS A QUIEN YO AMO Y SIRVO – el que hace lo que sea necesario, para que yo pueda amarlo y confiar en El.
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En el relato bíblico de Juan 21:1-17, el Apóstol, nos comparte aun otro encuentro de Jesús resucitado con sus discípulos. Como si pareciera ser necesario, QUE MUCHAS VECES LO ES, Jesús una vez más se presentó a sus discípulos para compartir con ellos y para animar SU FE. Esta vez, Jesús los encontró en un lago donde algunos de ellos se ganaban la vida a través del oficio de la pesca.
Allí de una manera indiscutible, Jesús una vez más mostró su poder, al concederle una pesca milagrosa a sus discípulos, creo yo, como una primicia de las cosas maravillosas que ocurrirían en sus vidas y futuros ministerios, si ellos se mantenían atentos a la voz de su Maestro, y le obedecían. Porque, mis amados/as, cuando nosotros/as podemos, con la ayuda del Espíritu Santo, reconocer la voz de Dios hablando a nuestras vidas (en medio de todo el ruido y las distracciones a nuestro alrededor), y ponemos en práctica lo que de Dios recibimos – LLEGA BENDICION A NUESTRAS VIDAS. Cuando a la orden del Señor, nosotros echamos las redes en el mar de la vida y practicamos nuestra fe hasta sus últimas consecuencias, en obediencia responsable, nosotros/as también recogemos una PESCA ABUNDANTE Y MILAGROSA DE PARTE DE DIOS - ¡Aleluya!
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Pero aquí estaba pasando algo más. Algo muy hermoso. Algo muy importante para nuestras vidas. Luego de que los discípulos regresaran a la orilla, y desayunaran con Jesús, nos dice Juan, que Jesús tuvo un momento muy especial con Pedro. Pedro, quien fue el discípulo, que ante la presión del momento, había negado tres veces a Jesús, la noche que Jesús fue entregado a las autoridades religiosas.
La pregunta de Jesús a Pedro fue monumental: “Pedro, ¿me amas?”. Si le contestó Pedro. Otra vez Jesús le preguntó: “Pedro, ¿me amas?”. Y otra vez Pedro le contestó, “si Señor, te amo”. Una tercera vez Jesús le preguntó a Pedro: ““Pedro, ¿me amas?”. Y esta vez Pedro, tal vez dolido por la insistencia de Jesús, como se duele un hijo cuando su padre o madre parece no creerle o confiar en él, le dijo a Jesús: “Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo”.
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Tres veces Jesús le preguntó a Pedro si lo amaba, y cuando Pedro le respondía en la afirmativa, Jesús le ripostó: “Apacienta…cuida mis ovejas”, o en palabras más sencillas, Jesús le dijo “demuestra tu amor por mí, amando a LAS PERSONAS QUE YO AMO.”. La insistencia de Jesús parecía decirle a Pedro, HAS TODO LO QUE SEA NECESARIO para mostrar tu amor por mí – amando, y sirviendo a tu prójimo. Y es que, mis hermanos/as, no podemos decir que amamos a Dios y limitarnos a demostrar “ese amor” de manera pasiva por 90 minutos una vez a la semana cuando venimos a la iglesia. Nuestro amor por Dios, se materializa plenamente, cuando nos amamos y cuidamos los unos a los otros – siguiendo el ejemplo de Jesús. Como discípulos de Jesucristo, NO PODEMOS, vivir en comodidad, siempre haciendo lo mínimo para demostrar nuestro amor por el Señor.
No sólo los domingos Jesucristo nos pregunta si lo amamos. Yo no ustedes, pero yo TODOS LOS DIAS (Lunes, martes, miércoles, jueves, viernes, sábado y domingo), TODOS LOS DIAS YO escuchó a mi Señor preguntándome “Héctor, ¿me amas?”. Y, al igual que Pedro yo inocentemente le contesto: “Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo”. Y Jesucristo, me riposta: ENTONCES- Cuida, apacienta, AMA – A MIS OVEJAS – AMA A TODAS LAS PERSONAS QUE YO AMO.
La insistencia de Jesús al preguntarle a Pedro si lo amaba NO ERA QUE EL NO LE CREYERA, porque como el mismo Pedro lo dijo – Jesucristo conoce todas las cosas. Jesús, recordando lo difícil que se le había hecho a Pedro demostrar su amor en el pasado, simplemente le estaba RECORDANDO LO IMPORTANTE que sería de ahí en adelante, que el entendiera que decir AMAR A CRISTO, implicaría amar a los demás de la misma forma que Jesús le amaba a él – con un amor entregado y sacrificial.
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Todos los días, Jesús nos pregunta: ¿me aman? Oro a Dios para que nuestra respuesta a la pregunta de Jesús sea un ROTUNDO SI SEÑOR TE AMO. No solo de palabras, sino también a través de un estilo de vida que provea evidencias claras de ese amor que sentimos por Jesús.
Ama a Dios – en tu hogar, amando y cuidando a tus hijos. A los que tienen pareja, amen a Jesús, amando, cuidando y respetando a sus esposos/as. Hijos, amen al Señor, honrando a sus padres y madres (pues hay promesa de bendición para quienes lo hagan). Ama a Dios, en tu trabajo, siendo responsable, íntegro y dando siempre lo mejor de ti. Ama a Dios, en tu diario vivir, siendo una persona amable, de buen hablar, que considera a los demás. Ama a Dios, perdonando, no guardando rencores, procurando el bien de los demás antes que el tuyo. Siendo humilde, y generoso ante las necesidades de las personas a tu alrededor. Ama a Dios, en la Iglesia, poniendo tus talentos y dones espirituales en acción a través del servicio. Si la iglesia va a realmente ser el Cuerpo de Cristo haciendo el Reino de Dios una realidad en este tiempo, será través de aquellos que respondan a la pregunta de Jesús en la afirmativa, entregándose en amor y servicio a los demás (como lo hizo Pedro).
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Juan Wesley, el fundador del movimiento metodista, una vez escribió y dijo en respuesta a la pregunta de Jesús, de si lo amamos: HAGAMOS LO QUE SEA NECESARIO: “hagamos todo el bien que podamos, de todas las formas que podamos, en todos los lugares que podamos, a todas las personas que podamos, por todo el tiempo que podamos, pues al hacerlo – le decimos a Jesús – TE AMO.
Así nos ayude el Señor.
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