Lea: 2 Samuel 11:1-5 & Tito 2:11-14 - Él era un hombre honorable, de
mucha sabiduría y madurez. Había tenido mucho éxito en su vida profesional
(subió de la posición más baja, hasta la más alta que era posible en su tiempo).
Un músico virtuoso, y alguien a quien se le conocía por tener una muy buena
relación con Dios. Sin embargo, una noche, en un momento de debilidad, dejó
claro al mundo (y a todas las generaciones), que nadie está exento de caer ante
la tentación de la LUJURIA. Por si acaso todavía no saben de quién les hablo –
me estoy refiriendo, nada más y nada menos, que del Rey David.
Como nos dice la Biblia en 2 Samuel 11:1-5, un día de primavera, cuando
el rey se suponía hubiera ido a pelear a la guerra, David decidió quedarse solo en su palacio. Y ahí comenzaron
sus problemas. Una noche en la que el rey no podía dormir, dice la Biblia, que
él se fue a caminar al techo de su palacio, cuando vio a la distancia a
Betsabé, quien se estaba bañando en el techo de su casa (una costumbre muy
común de esos tiempos). Betsabé era una mujer muy hermosa, y como nos dice la
Biblia, desde aquel momento David no pudo quitársela de la mente, al punto que
terminó buscando la manera de tener un romance con ella.
Este deseo sensual, no controlado, llevó a David a cometer adulterio, a
concebir un hijo fuera del matrimonio, y
eventualmente hasta convertirse en un asesino (pues David, en su delirio de
lujuria, terminó ordenando la muerte del esposo de Betsabé). Todo esto, manchó
el legado de su reinado para siempre.
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La lujuria
como tentación, es algo muy serio, y peligroso. Aun cuando
para alguna gente hablar de estos temas es muy difícil (y otros piensan que el
mismo no se debería tocar en la Iglesia), tenemos que hacerlo, pues la tentación
de la lujuria, materializada en pecado, está destruyendo muchas vidas, y
familias, afuera y dentro de la Iglesia. La lujuria, a modo de definición, es un deseo sensual y/o sexual desordenado y
fuera de control. La lujuria, a diferencia de lo que muchas personas
piensan no es un problema solo de hombres – también las mujeres luchan con esta
tentación (aunque tal vez, cada género la experimenta de diferentes maneras).
Hay un refrán popular que dice “dime
en lo que gastas tu dinero, y te diré quién eres”. También, Jesús dijo en
una ocasión, que “donde está nuestro
dinero, allí también está nuestro corazón.” Entonces, a la luz de estos
dichos sabios, quisiera que consideremos las siguientes estadísticas que espero
nos ayuden a poner el peligro de la lujuria en perspectiva. En los EEUU, la
gente gasta alrededor de $12 billones de dólares en pornografía al año (esto
incluye películas, revistas, sexo telefónico y por Internet) – 12 billones de
dólares. La revista “Christianity Today”, en el año 2011, realizó una encuesta
anónima sobre el tema de la lujuria entre sus lectores (pastores y líderes de
la Iglesia), donde el 41% de las personas encuestadas, admitieron haber
procurado acceso a material pornográfico en más de una ocasión en el periodo de
un mes. Actualmente, la edad promedio de primer contacto con material
pornográfico es 11 años, comparado con 14, hace tan solo 10 años atrás. Y la
edad promedio que los jóvenes se activan sexualmente ha bajado de 14, a 12 años
en la última década.
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Vivimos en una
sociedad que está saturada de lujuria. El sexo, se
utiliza para mercadear todo tipo de productos de consumo – desde un auto, hasta
comida. Esto es algo muy serio. Vivimos en una cultura híper-sexual, sobre
estimulada en este respecto. La Biblia, claramente nos alerta sobre la lujuria
como algo que no agrada a Dios. Éxodo 20:17, como parte de los Diez
Mandamientos, dice: “No desees la esposa
de tu prójimo” (y yo añado el esposo). Y antes, en el versículo 14, dice: “No
cometas adulterio.”, que como ya vimos, en la historia de David, es uno de los
desenlaces más comunes de la lujuria.
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Saben, como
todas las tentaciones que hemos considerado hasta ahora en esta serie de
mensajes, la lujuria, pretende trastornar cosas que en sí mismas no son malas.
Tener deseos sensuales/sexuales – no es malo (Dios nos creo así). El problema
es cuando permitimos que los mismos se salgan fuera de control y se manifiesten
inadecuadamente y fuera de tiempo. No hay nada malo en que
uno tenga deseos sensuales/sexuales hacia su esposo/a. El problema es cuando
estos deseos sensuales los sentimos hacia
otras personas y no los controlamos y rechazamos. No hay nada malo en que
uno tenga deseos sensuales/sexuales hacia su pareja (para los que todavía no
están casados/as). El problema es cuando permitimos que estos deseos nos
dominen y nos lleven a hacer cosas fuera
de tiempo. Es normal, aun en la soltería, experimentar deseos
sensuales/sexuales, el problema es cuando entretenemos estos deseos, y les
damos lugar en nuestra mente y corazón, y permitimos que nos controlen y den paso
a cosas que no agradan a Dios.
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¿Cómo
controlamos y resistimos la tentación de la lujuria? –
no es fácil, pero es posible.
La lujuria es
una tentación que comienza en la mente, alimentada de lo que ven nuestros ojos,
que si no controlamos encuentra un lugar en nuestro corazón y nos consume para
mal. Por eso fue que Jesús dijo en el Sermón del Monte
(Mateo 5:27-28) “Han oído el mandamiento
que dice: “No cometas adulterio”. Pero yo digo que el que mira con pasión
sexual a una mujer, ya ha cometido adulterio con ella en el corazón.” Entonces,
ante la tentación de la lujuria, una de las cosas que tenemos que hacer es – pedirle al Espíritu Santo nos ayude a
controlar nuestros pensamientos. La Biblia, en Colosenses 3:5, dice “Así que hagan morir las cosas pecaminosas y
terrenales que acechan dentro de ustedes. No tengan nada que ver con la
inmoralidad sexual, la impureza, las bajas pasiones y los malos deseos...”.
Cuando luchamos con la tentación de la lujuria (que todos lo hacemos), tenemos
que inundar nuestra mente, con la verdad de Dios (según la encontramos en la
Biblia), para que podamos resistir las mentiras que el enemigo quiere infiltrar
en nuestras mentes y nuestro pensamientos se renueven en la voluntad y
propósito de Dios para nuestras vidas. Y aquí no se trata de que no lleguen los
pensamientos (van a llegar) – sino de que no los entretengamos y les permitamos
echen raíces en nuestro corazón. David, no peco al ver a Betsabé desnuda, su
pecado se materializó cuando el permitió que esos pensamientos sensuales encontraran
lugar en su mente.
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La lujuria,
es una tentación que pretende distorsionar lo que es bueno, y que tiene como
objetivo contaminar nuestro corazón. Salomón,
aconsejando a su hijo sobre las tentaciones sexuales le dijo, y lo encontramos
en la Biblia en Proverbios 4:23 “Sobre
todas las cosas cuida tu corazón, porque éste determina el rumbo de tu vida”.
Entonces, ante la tentación de la lujuria, también tenemos que pedirle a Dios
que nos ayude a mantener nuestro corazón puro, para que no andemos coqueteando
con estas cosas – que como el fuego, si las tocamos, nos queman. Otra vez, David,
no peco al ver a Betsabé desnuda, su pecado se materializó cuando el permitió
que esos pensamientos sensuales que encontraron lugar en su mente, echaran
raíces, crecieran y lo controlaran.
Finalmente,
la lujuria, como una tentación, pretende robarnos el control y esclavizarnos.
David, esclavo de sus deseos lujuriosos, se las arreglo para tener lo que él
quería y deseaba. Adulteró, concibió un niño y hasta mató. Ante la lujuria
tenemos que pedirle al Señor nos ayude a crecer en dominio propio (que es un fruto
del Espíritu) para que evitemos caer en esta tentación, que se nos puede
presentar como algo tan dulce como la miel – pero que es veneno para nuestro
cuerpo, nuestra mente y nuestra alma. Pidamos a Dios dominio propio para evitar
situaciones que nos hagan caer. Cuidado con lo que vemos en la TV, con lo que
leemos en las revistas, incluso las conversaciones que entretenemos con la
gente. Aun cuando en esta vida, todo nos parezca lícito – recordemos que no
todo nos conviene. Pidamos a Dios dominio propio para controlar y detener la
tentación de la lujuria en nuestra vida. Que aprendamos a mirar para el otro
lado, a cambiar la televisión de canal, a pasar la página en la revista, a
cambiar el tema en conversaciones inapropiadas– y sobre todo, que cuando la
tentación de la lujuria llegue, y quiera materializarse en nuestra vida podamos
decir “NO”.
¿Y que si ya caíste? Confiesa tu pecado, asume responsabilidad por las
consecuencias de tus actos, procura reconciliación con Dios y las personas que
tu pecado haya afectado, pídele al Señor que purifique y limpie tu mente y
corazón de esta atadura – y esfuérzate y se valiente, sométete a Dios, resiste,
y con la ayuda de Dios, esta tentación no tendrá control de tu vida.
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En este día, es mi oración, que con la ayuda del Espíritu Santo,
resistamos la tentación de dar paso y vivir dominados/as por la lujuria, y
podamos desarrollar las virtudes de la pureza y el dominio propia – para
bendición de nuestras vidas, y para honra y gloria del nombre de nuestro Salvador.
AMEN
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