La pereza es
una realidad que nos afecta a todos/as. No sé si a
ustedes les pasa, pero yo tengo días que no me nacen las ganas de hacer nada. Días,
que si por mi fuera, me quedaba en la cama durmiendo. Pero la mayoría de las
veces, aun en días así, me levantó a laborar y hago lo que es necesario e
importante. ¿Les ha pasado? A todos/as nos pasa.
La pereza, a modo de definición, es: la
falta de deseo o descuido en realizar acciones, movimientos o trabajos que son
necesarios e importantes para la subsistencia y/o desarrollo integral. A la
pereza, se le conoce también como gandulería, flojera, haraganería,
holgazanería, vagancia, etc. El problema no es que a veces no sintamos ganas de
hacer las cosas – el peligro es cuando la pereza se convierte en un estilo de vida, lo que nos puede llevar
a pecar de muchas maneras.
La pereza como tentación y pecado, es diferente a las otras que hemos considerado
durante las pasadas semanas, pues aquí no se trata de lo que “hacemos”, sino de
lo que “no hacemos”, que debimos haber hecho. Hay personas que luchan con la
falta de energía, en su diario vivir, debido a condiciones de salud (físicas y/o
emocionales) – pero hay otras, que simplemente, por gusto y gana son perezosas
– o como dicen en mi país VAGONETAS. Yo conozco gente tan perezosa (pero que
tan perezosa), que pareciera que son alérgicas al trabajo. Siempre están
buscando trabajo, pero cuando lo encuentran no lo pueden retener ya que su
pereza se traduce en un ética de trabajo pobre. Y lo gracioso es que la gente
perezosa, regularmente, son las que más hablan de querer progresar, y tener
cosas buenas. Pero, como dice la Biblia en Proverbios 19:24 “El perezoso mete la mano en el plato, pero es incapaz de llevarse el
bocado a la boca.” Estas personas, en su vagancia, se la pasan buscando lo
fácil, lo que es cómodo, los atajos, el camino de menos resistencia – que
lamentablemente, es lo que, en la mayoría de los casos, los lleva a pecar
contra Dios y/o su prójimo.
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La Biblia, en Mateo 25:14-30, nos presenta la parábola de los talentos.
Jesús utilizó este breve relato para, entre otras muchas cosas, enseñarnos sobre
el peligro y las consecuencias de la pereza. Como nos dice el Apóstol Mateo, un
hombre rico antes de emprender un viaje largo, distribuyó dinero entre sus
siervos para que lo administraran, según la capacidad que les había sido dada. Dos
de los siervos, “en seguida” (vs16) invirtieron responsablemente el dinero que
se les había confiado y produjeron ganancias significativas. Pero el tercero,
en vez de invertir, escondió el dinero de su señor – en otras palabras, no hizo
nada.
Luego, cuando el hombre rico (el señor) regresó de su viaje, arregló
cuentas con sus siervos. Como nos dice Mateo, los dos que diligentemente administraron e invirtieron lo que se les había
confiado, recibieron palabras de elogio, y se les recompensó con más y mejores
condiciones de vida y trabajo. Pero, al tercer siervo, “el perezoso” (como le
llamó Jesús en el vs 26), que no tuvo ninguna ganancia que presentar (porque no
había hecho nada con lo que se le había confiado), a ese le fue muy mal. No
solo el señor le recriminó severamente su vagancia (y excusas), sino que
también, lo poco que tenía, se le quitó, y se le dio a otras personas para que
lo administraran.
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Tengamos
mucho cuidado con la tentación de la pereza, pues cuando la misma se
materializa en nuestras vidas, es un pecado mortal en contra del potencial que Dios
nos ha dado.
Tristemente, hay muchas personas que no viven dentro del propósito de
Dios, y no alcanzan lo que Dios ha soñado para ellos/as, no porque no puedan
[porque en Mateo nos queda claro, que a todos/as se nos ha dado capacidades,
dones y talentos para poder hacer todo lo que Dios nos pide], sino simplemente
porque son vag@s, perezos@s, y desganad@s. Quieren un buen trabajo – pero les
pesa estudiar para tener mejor oportunidades. En el trabajo, quieren progresar,
pero siempre tienen una mala actitud y son mediocres en su desempeño. Quieren
relaciones saludables, pero no le dedican el tiempo y esfuerzo que las mismas
requieren. Quieren crecer en su fe y agradar a Dios, pero son unas vagonetas
espirituales. No leen ni estudian la Biblia (pero quieren más conocimiento y
sabiduría); no oran (pero quieren intimidad con el Señor); no son realmente generosos/as
(pero quieren recibir en abundancia); no sirven a través de sus dones y
talentos (pero quieren que la iglesia eché pa’lante, y desean los frutos de
gozo y alegría que solo el servicio desprendido nos produce). Queremos comernos
el pavo, pero no queremos COCINARLO. ¡Queremos comernos el postre, pero no
queremos hornear el pastel!
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La invitación
en este día es a que pidamos al Señor las fuerzas para resistir la tentación de
la pereza. Y, que por medio del Espíritu Santo, le pidamos a
Jesucristo que nos conceda la voluntad para que seamos personas diligentes,
emprendedoras, esforzadas, y que procuramos un estilo de vida de excelencia. La
Biblia nos enseña en Proverbios 13:4 que “El
perezoso ambiciona, y nada consigue;
[pero] el diligente ve cumplidos sus deseos.
Sea en lo mucho
o lo poco, seamos diligentes y perseverantes. Seamos
esforzados y procuremos la excelencia, pues la Biblia nos exhorta en Colosenses
3:23-24, diciendo “Hagan lo que hagan,
trabajen de buena gana, como para el Señor y no como para nadie en este mundo, conscientes
de que el Señor los recompensará con la herencia. Ustedes sirven a Cristo el
Señor.” Qué tal si nos despegamos del TV, del Facebook, de la Internet, de
las tabletas – y ponemos nuestras energías en cosas de impacto y que tengan el
potencial de ser de bendición a otros. En vez de pasártela aplatanado viendo
canales de TV cristianos todo el tiempo – vive tu cristiandad (ministrando y
sirviendo en el nombre de Jesucristo).
No le creamos la mentira al enemigo de que no podemos, o no somos
capaces, pues como nos aclara la Biblia en Filipenses 4:13, “todo
lo podemos en Cristo que es nuestra fortaleza.” Y, siempre recordemos las
palabras de bendición que el señor del relato en Mateo pronuncio sobre sus
siervos diligentes y perseverantes “¡Hicieron
bien, siervos buenos y fieles! En lo poco fueron fieles, en lo mucho les pondré
– Vengan a compartir la felicidad de su señor”. (vs 21 PAR). Palabras, que si somos buenos
administradores de lo que se nos ha dado y somos diligentes y esforzados en
nuestro caminar por esta vida, un día también serán pronunciadas en nuestro
favor.
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Por un momento piensa en las cosas que anhelas que ocurran en tu vida [tu
familia, tu trabajo, tu familia] (que no están ocurriendo) – y preguntante: “No están ocurriendo, ¿por qué Dios no
quiere, o yo no pueda con su ayuda – o simplemente porque, en mi pereza, no
estoy haciendo lo que tengo que hacer?” Seamos personas diligentes,
emprendedoras, esforzadas, y que procuramos un estilo de vida de excelencia.
Para que en todo lo que somos y hagamos, seamos bendecidos, y el nombre del
Señor Jesucristo sea glorificado.
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Ante la
tentación – en Jesucristo, TENEMOS ESPERANZA. Porque
Jesús venció, nosotr@s podemos también salir vencedores/as del desierto de la
tentación. Ya sea el orgullo, la codicia, la envidia, el enojo (la ira), la
lujuria, la glotonería, y/o la pereza. No hay tentación, ni expresión de
pecado, que no pueda ser conquistada en Cristo Jesús. El Apóstol Pablo,
hablando a la iglesia de Corintios (quienes estaban luchando con un sinnúmero
de tentaciones), les animó diciendo (y el Espíritu nos anima, hoy, a
nosotros/as también): “Ustedes no han
sufrido ninguna tentación que no sea común al género humano. Pero Dios es fiel,
y no permitirá que ustedes sean tentados más allá de lo que puedan aguantar.
Más bien, cuando llegue la tentación, él les dará también una salida a fin de
que puedan resistir.” (1 Cor 10:13).
Pero, para
que esta palabra de esperanza sea realidad– primero, Jesucristo tiene que estar
en el centro de nuestras vidas. Si nunca has entregado tu vida
al amor de Jesucristo, quisiera invitarte a que hoy tomes la mejor decisión que
jamás harás en tu vida. A que reconozcas tu insuficiencia y tu necesidad de
Dios, a que en humildad confieses tu pecado, y en gratitud aceptes el regalo
del amor, y perdón que Jesucristo nos ofrece, declarándolo tu Señor y Salvador.
Y si ya sigues a Jesús, pero en estas pasadas 6 semanas te has dado cuenta que
tus luchas y derrotas ante la tentación se deben, en gran manera, al hecho de
que Cristo está esquinado, que lo has puesto al margen, la invitación es a que
le digas a Jesús: te necesito en el
centro de mi vida. Organizando todo, y trayendo balance en mí caminar de fe. Te
necesito en mi vida, avivando mi fe por medio del Espíritu Santo, te necesito
para tener las fuerzas y voluntad necesaria para resistir las tentaciones que
se presentan a cada momento y para poder vivir en tu voluntad y abundancia.
Este es el día de salir del desierto victoriosos/as. Ante la tentación – en Jesucristo, TENEMOS ESPERANZA. Porque Jesús
venció, nosotr@s también podemos ser vencedores/as en Cristo.
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