“El peor
obstáculo para alcanzar madurez como cristianos/as es la desobediencia”. Tengo
la costumbre de postear mensajes y/o fotos, al menos 5 veces al día, en mis
cuentas de Facebook o Twitter (redes sociales en el internet). Esto, no como un
hábito personal, sino como parte de mi rutina ministerial. Curiosamente, cuando
escribo pensamientos o ideas que hablan de las promesas de Dios para nuestras
vidas o cosas positivas, decenas de personas, a veces hasta cientos, le dan un
"Like", en señal de aprobación a mi escrito. Pero, este pasado lunes,
yo postee en mi página en Facebook la frase que les acabo de compartir, y
NADIE, le dio un "Like". Sorprendido, dije, lo voy a poner otra vez,
a ver qué pasa – pero solo 2 personas le dieron "like". ¿por qué
será?
Jesús, mientras enseñaba de la importancia de ser personas compasivas y
generosas (y sobre el final de los tiempos), compartió esta parábola sobre un
hombre rico y el méndigo Lázaro. El hombre rico en la parábola tenía de todo,
mucho. Tanto, que lo podía derrochar en elegantes banquetes, no de vez en
cuando, sino todos los días. Este hombre era un súper rico. Por otro lado,
estaba Lázaro, un hombre que no tenía nada. Era tal su miseria, que él se
consolaba soñando con la posibilidad de comer de las migajas que caían de la
mesa del rico. Su única ayuda se la proveían perros que lamían sus heridas.
Este hombre era súper pobre.
Lo más triste de esta historia es que el hombre rico sabía de la miseria
de Lázaro. Lo más seguro él lo veía a diario cuando salía de su casa (pues nos aclara
la parábola que Lázaro mendigaba a la entrada de su casa). Pero, aun conociendo
la necesidad del méndigo, y pudiendo hacer algo para ayudarle, el hombre rico NO HIZO NADA PARA AYUDARLO.
“Fast-foward” hacia el futuro, el hombre rico y el méndigo Lázaro
mueren. Su destino final, como nos dice Lucas, fue muy diferente. Lázaro encontró
un lugar en el cielo, y el hombre rico terminó en el infierno. El hombre rico,
al darse cuenta de donde había terminado, le suplica por misericordia a Lázaro,
pero Abraham le dice que es muy tarde, y le aclara que su falta de compasión y generosidad fue la que lo
llevó a ese lugar tan horrible. Al entender que ya no había remedio para su
situación, el hombre rico rogó a Abraham que resucite a Lázaro y lo envíe a sus
hermanos para que les advierta.
Aquí viene la parte donde quisiera que nos centremos en esta reflexión. Abraham,
ante la petición del hombre rico, le contestó de la siguiente manera: ellos, “ya
tienen a Moisés y a los
profetas; ¡que les hagan caso a
ellos!” “No les harán caso, padre Abraham —replicó el rico—; en cambio,
si se les presentara uno de entre los muertos, entonces sí se arrepentirían.”
Abraham le dijo: “Si no les hacen caso a Moisés y a los profetas, tampoco se
convencerán aunque alguien se levante de entre los muertos.” »
Todos frases, inmediatamente saldan a mi atención, que no podemos pasar por alto: "ya tienen...que les hagan caso".
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Saben, este hombre rico, no pecó por ignorante. Como nos queda claro en la
parábola, el hombre rico sabía lo que Dios esperaba de él, pero decidió no
obedecer, porque pensó que su desobediencia no
tendría implicaciones negativas en su vida. Sus riquezas materiales lo
habían segado a las eventuales consecuencias de su pobreza espiritual. Su
abundancia material, que como nos aclara la historia, fue pasajera, no le permitió ver su escasez espiritual y moral, que
tendría repercusiones por la eternidad.
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El hombre rico, como buen judío, tenía que haber escuchado MUCHAS VECES
lo que Dios esperaba de su gente, en respecto a la compasión y la generosidad
(al menos 40 veces antes de convertirse en un adulto). A través de la
enseñanzas del profeta Zacarías (7:9-10), un clásico en la literatura judía,
Dios dijo: »“Juzguen con verdadera
justicia; muestren amor y compasión los unos por los otros. No opriman a las
viudas ni a los huérfanos, ni a los extranjeros ni a los pobres. No maquinen el
mal en su corazón los unos contra los otros.”
A través del profeta Miqueas (6:8), Dios le recordó a su lo que El esperaba de
ellos/as: "¡Ya se te ha declarado lo
que es bueno! Ya se te ha dicho lo que de ti espera el Señor: Practicar la
justicia, amar la misericordia, y humillarte ante tu Dios." Y en
innumerables ocasiones, el mismo Jesús, quien
eventualmente resucitaría de entre los muertos, le enseñó a la gente sobre
las exigencias del Reino de Dios: amar a Dios sobre todas las cosas, y amor al
prójimo. Aquí no se trataba de falta de conocimient, sino de desobediencia. No se trataba de
ignorancia - sino de EXCUSAS.
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Demos “Fast-foward”,
otra vez, y preguntémonos: ¿y qué de nosotros/as? ¿Estamos presentando nuestras
vidas como ofrendas de alabanza al Señor,
por medio de nuestra obediencia
responsable a Dios, o al igual que el hombre rico, estamos ignorando lo que
Dios demanda de nosotros/as, porque pensamos que nuestros actos no tienen
consecuencias en la vida actual y/o la venidera?
Con humildad de corazón, escuchemos al Señor que nos recuerda que nuestras
excusas para desobedecer, no son válidas. Como muy bien dice el dicho popular,
entendamos que: “las excusas sólo convencen a quienes las dan." A Dios no
podemos engañarlo – al final del día si excusamos nuestro pecado, los engañados
somos nosotros/as.
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Permítanme compartirles las Diez (10) excusas más comunes que le damos
al Señor cuando le desobedecemos (de las que yo escucho a diario). Esperando que
esto nos ayude a recapacitar (respira hondo antes de continuar).
- El Señor te pide que hagas algo "ahora", y tu le dices, "después", dis porque no tienes tiempo o recursos: “Estoy demasiado ocupado con cosas importantes”, le decimos al Señor. Pero, ¿qué puede ser más importante que lo que Dios nos pide hacer?
- Cuando las cosas se complican un poco, le decimos a Dios: “Es muy difícil – no podré hacerlo”. Cuando Dios llamó a Jeremías para ser profeta, su respuesta al Señor fue: “No sé hablar, porque soy niño”. Pero la respuesta de Dios a Jeremías, es también Su respuesta a nosotros, “No des excusas; obedece. No temas, porque yo estoy contigo”.
- Hay quienes que cuando pecan a sabiendas, se justifican diciendo, “A nadie hago daño, con mis acciones”. Pero Dios dijo a Israel que sus mandamientos eran “para que tuvieran prosperidad" (Dt. 10:13). Mis amados/as, debemos confiar en el buen juicio de Dios y no en el nuestro, pues aunque pensemos que no hacemos daño a nadie - no lo estamos haciendo a nosotros mismos.
- “Nadie se enterará”, pensamos. Pero Dios lo sabe todo y a su tiempo lo sacará a la luz: “...porque nada hay encubierto, que no haya de ser manifestado; ni oculto, que no haya de saberse” (Mt. 10:26). 1Timoteo 5:24-25, dice: “Los pecados de algunos hombres se hacen patentes antes que ellos vengan a juicio, mas a otros se les descubren después. Asimismo se hacen manifiestas las buenas obras; y las que son de otra manera no pueden permanecer ocultas”.
- Otra excusa muy popular es, “por lo menos no soy tan malo como fulanito/a”. A veces cuando otros pecan casi nos sentimos con el derecho de hacerlo nosotros. Tratamos de sentirnos mejor con nuestro pecado comparándolo con el de otra persona. Pero recordemos que fue el fariseo hipócrita quien oró, “Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano” (Lc. 18:11), y fue el publicano el que “descendió a su casa justificado” porque no justificó su pecado, sino que lo confesó.
- ¿Qué tal esta? “los demás también lo hacen”. Es tentador violar nuestra conciencia, ceder en nuestras convicciones, cuando otros hacen cosas que nosotros no podemos hacer cómodamente. Esto es especialmente cierto cuando “los demás” son cristianos/as. Pero Dios no nos preguntará si hemos hecho lo que tenía el consenso de la mayoría, sino si hemos hecho lo que él ha dicho: “La palabra que he hablado, ella les juzgará en el día postrero” (Juan. 12:48).
- “No es mi culpa”. Adán culpó de su pecado a Dios y a Eva, y Eva culpó a la serpiente (Gn. 3:12-13). Pero Dios no fue engañado. Cada uno cargó con las consecuencias de su pecado.
- “Tengo derecho”. Pero yo pregunto ¿derecho a qué? A veces excusamos el egoísmo, el orgullo, la avaricia, la envidia o el pecado en general apelando a nuestros “derechos”: “tengo derecho a ser feliz”, “tengo derecho de usar mi cuerpo – o mi tiempo, o mi dinero – como quiera”. Pero Dios nos dice, “La actitud de ustedes debe ser como la de Cristo Jesús, quien, siendo por naturaleza Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse. Por el contrario, se rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza de siervo y haciéndose semejante a los seres humanos.” (Fil. 2:5-7).
- “Nadie es perfecto”. Como discípulos de Jesucristo, mientras vivamos en esta tierra tendremos en nosotros dos naturalezas que vivirán en constante tensión: la carne y el espíritu. Pero sepamos que no estamos obligados a someternos a la carne, “porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me [nos] ha librado de la ley del pecado y de la muerte” (Ro. 8:2). Si nos sometemos a la carne es porque elegimos hacerlo.
- Y termino con esta (aunque la lista pudiera ser mucho más larga), “No sabía que era malo”. La Biblia dice en 2 Timoteo 3:16-17, que "Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir y para instruir en la justicia, a fin de que el siervo de Dios esté enteramente capacitado para toda buena obra." Dios, nos las dio. Todos tenemos acceso a la Biblia, no leerla, no será excusa. Como aclaran los "prontuarios" de clases universitarias: los estudiantes (de Jesucristo) somos responsable de aprender todo el material del curso (de la vida), aun si el maestro no lo cubre en la clase.---
En este día la pregunta es directa, e incómoda ¿qué le estás presentando al Señor como alabanza, adoración, expresión de amor y gratitud: tu obediencia, o tus excusas?
Pidámosle al Espíritu Santo que hoy sea el día donde quedan atrás
nuestras excusas, para que así podamos encaminarnos a las bendiciones que Dios
ha reservado para nosotros/as, cuando tomamos la decisión, DE CREER, CONFIAR –
Y OBEDECER.
Les dejo con esta palabra de promesa de Dios, en lo que respecta a
algunas de las bendiciones reservadas para las personas que toman el paso de
fe, de vivir en obediencia a Dios, amándole a Él sobre todas las cosas, y
amando a Su prójimo como Cristo nos enseñó.
Dice la Palabra de Dios en Deuteronomio 28:1-13;
»Si realmente
escuchas al Señor tu Dios, y cumples fielmente todos estos mandamientos que hoy
te ordeno, el Señor tu Dios te pondrá por encima de todas las naciones de la
tierra. Si obedeces al Señor tu Dios, todas estas bendiciones vendrán sobre ti
y te acompañarán siempre:
»Bendito
serás en la ciudad, y bendito en el campo. »Benditos serán el fruto de tu
vientre, tus cosechas, las crías de tu ganado, los terneritos de tus manadas y
los corderitos de tus rebaños.
»Benditas
serán tu canasta y tu mesa de amasar. »Bendito serás en el hogar, y bendito en
el camino. »El Señor te concederá la victoria sobre tus enemigos. Avanzarán
contra ti en perfecta formación, pero huirán en desbandada.
»El Señor
bendecirá tus graneros, y todo el trabajo de tus manos. »El Señor tu Dios te
bendecirá en la tierra que te ha dado. »El Señor te establecerá como su pueblo santo,
conforme a su juramento, si cumples sus mandamientos y andas en sus caminos. Todas
las naciones de la tierra te respetarán al reconocerte como el pueblo del
Señor. »El Señor te concederá abundancia de bienes: multiplicará tus hijos, tu
ganado y tus cosechas en la tierra que a tus antepasados juró que te daría.
»El Señor
abrirá los cielos, su generoso tesoro, para derramar a su debido tiempo la
lluvia sobre la tierra, y para bendecir todo el trabajo de tus manos. Tú les
prestarás a muchas naciones, pero no tomarás prestado de nadie. El Señor te
pondrá a la cabeza, nunca en la cola. Siempre estarás en la cima, nunca en el
fondo, con tal de que prestes atención a los mandamientos del Señor tu Dios que
hoy te mando, y los obedezcas con cuidado.
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