Lea 1 Reyes 19:11-15 (lea desde el versículo 1) - Unos años atrás, antes de dedicar mi vida al ministerio pastoral a tiempo completo, yo trabajaba como programador de computadoras. Mi trabajo requería viajes continuos a diferentes partes de los EEUU, en los cuales yo visitaba los clientes asignados a mí portfolio profesional. En una ocasión, recuerdo tuve que viajar al estado de California, a visitar un cliente que estaba muy enojado con nuestra compañía por un problema causado por otro de los programadores de computadora. El ambiente en el que tenía que trabajar era muy tenso y lleno de reclamos.
Para colmo, el hotel donde me hospedaron, quedaba cerca de una de las avenidas principales del área de Los Ángeles, oigan, y el ruido y las luces que provenían de la carretera era sumamente molestosas. Los primeros días, se me hizo bien difícil quedarme dormido en las noches, pues a toda hora se podían escuchar el ruido de los carros y la vida nocturna del hotel. Pero, eventualmente, mi cuerpo se acostumbró, y a pesar del ruido, yo lograba capturar un sueñito y descansar. Una noche, paso algo muy interesante. Era tarde, ya yo llevaba unas cuantas horas durmiendo, cuando de repente mis ojos se abrieron repentinamente a un sonido muy diferente – el sonido del SILENCIO.
La luz (electricidad) se había ido. Y por unos momentos, TODO se paró. Ya no había música, ni autos caminando en la avenida. Las luces de los letreros afuera, ni la del reloj y el horno microondas en el cuarto, brillaban, el aire acondicionado no funcionaba. El silencio era tal – que uno, literalmente, podía escuchar el silencio. ¿Les ha pasado esto alguna vez? Lo interesante de cuando esto pasa, es que luego del GRAN SILENCIO que viene inmediatamente de un apagón, si uno presta atención, comienza a escuchar sonidos que usualmente, uno no oye. Sonidos que siempre han estado ahí, pero que son ahogados por el ruido que hacen todas las demás otras cosas. De repente, yo podía escuchar el tick-tock de un reloj de clavijas que decoraba una pared del cuarto, oigan y hasta una pequeña gotera que provenía del lavamanos en el baño. Y lo que pasa, mis amados/as, es que en el silencio…escuchamos cosas, que usualmente, uno no oye.
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¿Alguna vez has sentido como que NO PUEDES ESCUCHAR A DIOS? ¿En medio de tus problemas, y las luchas cotidianas, sientes como que no importando lo que hagas, Dios parece estar distante, cayado, en silencio? ¿Y por un momento, incluso, llegas a pensar que Dios te ha abandonado? A mí me ha pasado. Y era lo que le estaba pasando a Elías en el relato que consideramos hoy en 1 Reyes 19:1-15. Elías estaba siendo perseguido por la reina Jezabel quien quería matarlo, pues Elías había humillado a sus sacerdotes paganos haciendo portentos y maravillas en el nombre de Jehová.
Ante la amenaza de Jezabel, Elías sintió miedo y huyó a Judá y luego llegó hasta el desierto de la región donde, en un acto de desesperación, y sintiéndose cansado y abandonado por Dios, le pidió a Dios mismo que le quitara la vida. Luego de la intervención divina a través de un ángel (a quien tal vez Elías no pudo identificar como un enviado de Dios), nos dice la Biblia, que Elías recuperó sus fuerzas físicas, y continuó su viaje por el desierto. Ya cerca del Monte Horeb, Elías fue avisado por Dios a que fuera a la montaña porque El, se le presentaría en aquel lugar, cuando de repente ocurrió algo muy intrigante (a lo que quiero prestemos mucha atención). Nos dice la Biblia, que “como heraldos [mensajeros] del Señor”, se sobrevino un gran viento que destrozó las rocas y luego un terremoto, y luego del terremoto un gran fuego – pero que en ninguna de esas manifestaciones impresionantes estaba el Señor. No fue hasta luego del fuego, que vino un suave murmullo (un sonido delicado), donde Dios se le reveló a Elías y hablando a su vida, proveyó la ayuda que el necesitaba en aquel momento. No fue en el gran viento, ni en el terremoto, ni el fuego – sino en el sonido delicado que se produce en medio del silencio que DIOS LE HABLO A ELIAS Y LE PROVEYO A SU NECESIDAD.
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Saben, al igual que Elías, muchas veces en medio de nuestros problemas y tribulaciones, cometemos el error de buscar a Dios en los lugares equivocados: en el viento, el terremoto, el fuego. Nos dicen, que acá está Dios, y ahí vamos – nos dicen que allá está Dios y allá nos metemos. Todo esto, para luego darnos cuenta (al igual que Elías), que tristemente, en el gran viento, en el terremoto, en el fuego – DIOS NO ESTABA. Luego de toda esta búsqueda, de todo el ruido, nos encontramos en silencio (queriendo ya no escuchar nada más), no sabiendo que más hacer, cuando de repente, escuchamos lo que usualmente no se oye – LA VOZ DE DIOS HABLANDO PALABRAS DE AMOR Y ESPERANZA A NUESTRO SER. Escuchamos a Dios diciéndonos “Mi Paz sea contigo”. Escuchamos a Dios diciéndonos “No temas, Yo estoy contigo”. Escuchamos a Dios diciéndonos “Nunca te dejaré, ni te abandonaré”. Y al escuchar la dulce voz de nuestro Salvador, no importando la situación que estamos pasando, nos llenamos de la confianza de que TODO ESTARA BIEN. Y de repente, al escuchar la voz de Dios, logramos entender algo que nos cambia PARA SIEMPRE. Entendemos que DIOS SIEMPRE HA ESTADO A NUESTRO LADO (aun cuando pensamos que El nos había dejado), CERCA DE NOSOTROS (aun cuando lo hayamos sentido distante), queriendo hablar palabras de vida a nuestro corazón – y todo lo que nosotros/as tenemos que hacer para ver a Dios revelándose a nuestra vida, es: PRESTAR ATENCION.
En vez de vivir buscando, que si vientos, terremotos, fuego, y experiencias pasajeras (que más que llenarnos, muchas veces nos dejan vacios y confundidos), que tal, si le pides hoy al Espíritu Santo te ayude a discernir la VOZ DE DIOS hablando a tu vida, trayendo esperanza, paz, fortaleza y dirección, aun en medio de todo el ruido que a veces hay en este mundo. Pídele al Señor que te enseñe a encontrar esos momentos sublimes de silencio, donde Su voz se hace audible a nuestros oídos espirituales, hablando palabras de vida y bendición. Pídele al Espíritu Santo, que en medio de todo el ruido y las distracciones que muchas veces nos abruman y desenfocan, te ayude a PRESTAR ATENCION – para que siempre vivas sensible a la constante presencia de Jesucristo en ti; y a su VOZ DE AMOR, que habla a nuestras vidas, y provee a todas nuestras necesidades.
Para colmo, el hotel donde me hospedaron, quedaba cerca de una de las avenidas principales del área de Los Ángeles, oigan, y el ruido y las luces que provenían de la carretera era sumamente molestosas. Los primeros días, se me hizo bien difícil quedarme dormido en las noches, pues a toda hora se podían escuchar el ruido de los carros y la vida nocturna del hotel. Pero, eventualmente, mi cuerpo se acostumbró, y a pesar del ruido, yo lograba capturar un sueñito y descansar. Una noche, paso algo muy interesante. Era tarde, ya yo llevaba unas cuantas horas durmiendo, cuando de repente mis ojos se abrieron repentinamente a un sonido muy diferente – el sonido del SILENCIO.
La luz (electricidad) se había ido. Y por unos momentos, TODO se paró. Ya no había música, ni autos caminando en la avenida. Las luces de los letreros afuera, ni la del reloj y el horno microondas en el cuarto, brillaban, el aire acondicionado no funcionaba. El silencio era tal – que uno, literalmente, podía escuchar el silencio. ¿Les ha pasado esto alguna vez? Lo interesante de cuando esto pasa, es que luego del GRAN SILENCIO que viene inmediatamente de un apagón, si uno presta atención, comienza a escuchar sonidos que usualmente, uno no oye. Sonidos que siempre han estado ahí, pero que son ahogados por el ruido que hacen todas las demás otras cosas. De repente, yo podía escuchar el tick-tock de un reloj de clavijas que decoraba una pared del cuarto, oigan y hasta una pequeña gotera que provenía del lavamanos en el baño. Y lo que pasa, mis amados/as, es que en el silencio…escuchamos cosas, que usualmente, uno no oye.
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¿Alguna vez has sentido como que NO PUEDES ESCUCHAR A DIOS? ¿En medio de tus problemas, y las luchas cotidianas, sientes como que no importando lo que hagas, Dios parece estar distante, cayado, en silencio? ¿Y por un momento, incluso, llegas a pensar que Dios te ha abandonado? A mí me ha pasado. Y era lo que le estaba pasando a Elías en el relato que consideramos hoy en 1 Reyes 19:1-15. Elías estaba siendo perseguido por la reina Jezabel quien quería matarlo, pues Elías había humillado a sus sacerdotes paganos haciendo portentos y maravillas en el nombre de Jehová.
Ante la amenaza de Jezabel, Elías sintió miedo y huyó a Judá y luego llegó hasta el desierto de la región donde, en un acto de desesperación, y sintiéndose cansado y abandonado por Dios, le pidió a Dios mismo que le quitara la vida. Luego de la intervención divina a través de un ángel (a quien tal vez Elías no pudo identificar como un enviado de Dios), nos dice la Biblia, que Elías recuperó sus fuerzas físicas, y continuó su viaje por el desierto. Ya cerca del Monte Horeb, Elías fue avisado por Dios a que fuera a la montaña porque El, se le presentaría en aquel lugar, cuando de repente ocurrió algo muy intrigante (a lo que quiero prestemos mucha atención). Nos dice la Biblia, que “como heraldos [mensajeros] del Señor”, se sobrevino un gran viento que destrozó las rocas y luego un terremoto, y luego del terremoto un gran fuego – pero que en ninguna de esas manifestaciones impresionantes estaba el Señor. No fue hasta luego del fuego, que vino un suave murmullo (un sonido delicado), donde Dios se le reveló a Elías y hablando a su vida, proveyó la ayuda que el necesitaba en aquel momento. No fue en el gran viento, ni en el terremoto, ni el fuego – sino en el sonido delicado que se produce en medio del silencio que DIOS LE HABLO A ELIAS Y LE PROVEYO A SU NECESIDAD.
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Saben, al igual que Elías, muchas veces en medio de nuestros problemas y tribulaciones, cometemos el error de buscar a Dios en los lugares equivocados: en el viento, el terremoto, el fuego. Nos dicen, que acá está Dios, y ahí vamos – nos dicen que allá está Dios y allá nos metemos. Todo esto, para luego darnos cuenta (al igual que Elías), que tristemente, en el gran viento, en el terremoto, en el fuego – DIOS NO ESTABA. Luego de toda esta búsqueda, de todo el ruido, nos encontramos en silencio (queriendo ya no escuchar nada más), no sabiendo que más hacer, cuando de repente, escuchamos lo que usualmente no se oye – LA VOZ DE DIOS HABLANDO PALABRAS DE AMOR Y ESPERANZA A NUESTRO SER. Escuchamos a Dios diciéndonos “Mi Paz sea contigo”. Escuchamos a Dios diciéndonos “No temas, Yo estoy contigo”. Escuchamos a Dios diciéndonos “Nunca te dejaré, ni te abandonaré”. Y al escuchar la dulce voz de nuestro Salvador, no importando la situación que estamos pasando, nos llenamos de la confianza de que TODO ESTARA BIEN. Y de repente, al escuchar la voz de Dios, logramos entender algo que nos cambia PARA SIEMPRE. Entendemos que DIOS SIEMPRE HA ESTADO A NUESTRO LADO (aun cuando pensamos que El nos había dejado), CERCA DE NOSOTROS (aun cuando lo hayamos sentido distante), queriendo hablar palabras de vida a nuestro corazón – y todo lo que nosotros/as tenemos que hacer para ver a Dios revelándose a nuestra vida, es: PRESTAR ATENCION.
En vez de vivir buscando, que si vientos, terremotos, fuego, y experiencias pasajeras (que más que llenarnos, muchas veces nos dejan vacios y confundidos), que tal, si le pides hoy al Espíritu Santo te ayude a discernir la VOZ DE DIOS hablando a tu vida, trayendo esperanza, paz, fortaleza y dirección, aun en medio de todo el ruido que a veces hay en este mundo. Pídele al Señor que te enseñe a encontrar esos momentos sublimes de silencio, donde Su voz se hace audible a nuestros oídos espirituales, hablando palabras de vida y bendición. Pídele al Espíritu Santo, que en medio de todo el ruido y las distracciones que muchas veces nos abruman y desenfocan, te ayude a PRESTAR ATENCION – para que siempre vivas sensible a la constante presencia de Jesucristo en ti; y a su VOZ DE AMOR, que habla a nuestras vidas, y provee a todas nuestras necesidades.
Mis amados/as, no se trata de andar buscando a Dios…sino de aprender a PRESTAR ATENCION.
Excelentes analogías y sabios consejos! Necesito aprender a escuchar mejor a Dios y eliminar el "ruido" que me rodea. Cuando las cosas no me salen como planifiqué- y eso que todo lo pongo en Sus manos pensando que actúo según Su voluntad- me siento perdida. Comienzo a analuzar cuál es el siguiente paso, aunque no estoy segura. Gracias pir esta hermosa reflexiôn que me vino como anillo al dedo! Tengo que afinar mi ser para escucharlo mejor. Saludos y bendiciones para ti y tu familia :)
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