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Bendición en el Desierto



Lea 1 Reyes 17:7-16 | Mucha gente, cuando algo malo e inesperado le sucede en la vida, o están pasando por tiempos de cambios y transiciones, lo primero que hacen es preguntarse ¿por qué a mí? ¿Alguna vez te ha pasado? ¿Alguna vez te has encontrado haciéndote esta pregunta? Si contestaste que sí, no te sientas mal. Este tipo de cuestionamiento es algo de lo que nadie está exento. 

De hecho, la Biblia está llena de lamentaciones – más de la mitad del libro de los Salmos son oraciones de queja y preguntas a Dios. Y lo que pasa es que aun a los cristianos/as le pasan cosas malas. Aun los cristianos/as tienen problemas. Aun los cristianos se ven a veces en situaciones que parecen no tener salida.

Contrario a lo que enseñan algunas personas por ahí, que dicen que cuando uno es un buen cristiano no le deben pasar cosas malas y el sufrimiento es cosa del pasado, es muy importante que siempre estemos claros que tarde o temprano, la adversidad va llegar a nuestras vidas. La obediencia a Dios, no es un antídoto para el sufrimiento. No existe tal cosa como una vida exenta de sufrimientos. Jesús mismo, amorosamente nos alertó en Juan 16:33, que en esta vida tendríamos aflicciones. Que no todo marcharía bien. Que llegarían los días malos; los días de sequía.
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Eso era lo que estaba pasando en la vida del profeta Elías en el relato en 1 Reyes 17:7-16, el profeta se encontró sufriendo los estragos de un tiempo de sequía (literalmente). Había dejado de llover en la tierra que habitaba el pueblo de Israel. Los campos se habían dañado. Los animales se estaban muriendo. Y como consecuencia, la economía agrícola, de la cual dependía la gente para subsistir se vino abajo. La sequía era tal, que dice el vs. 7, que el arroyo del cual Elías y las personas de la región se abastecían de agua para poder subsistir se secó porque había dejado de llover por mucho tiempo.

Se acabó el agua. Se acabaron los alimentos. Se secaron las cosechas. Y en medio de este panorama tan tétrico, tan desalentador: la fe de Elías fue puesta a prueba. Dios le dijo a Elías que fuera a la región de Sarepta de Sidón ya que en ese lugar el recibiría bendición en medio de la sequía, pues Dios le había ordenado a una viuda darle de comer al profeta.

Aun cuando a primera vista uno pudiera decir: bueno, si Dios le dijo que fuera a ese lugar pues allí el recibiría bendición, pues que fuera. Pero por un momento piensa en el dilema de Elías. Dios, en medio de esta gran sequía, le estaba ordenando al profeta, que emprendiera una travesía larga a un pueblo extraño, que resulta ser era un pueblo pagano que adoraba abiertamente al Dios Baal (lugar donde no se supone un israelita fuera); y para colmo, quien le iba a suplir a su necesidad, según Dios, era una viuda – que regularmente eran las personas más pobres de la sociedad. Esta no era cualquier instrucción la que Dios le había dado a Elías.

Nos dice el relato bíblico que Elías, confiando en Dios, se fue a Sarepta donde se encontró a la mujer de quien Dios le había hablado. Al encontrarse con la mujer, Elías sediento y hambriento, luego de una travesía larga por el desierto, le pidió a la mujer que le diera agua y algo de comer.

A la petición de Elías, la mujer en forma de lamento, le contestó que ella ya casi no tenía nada para comer, y que precisamente estaba recogiendo leña para irse a su casa a cocinar su última comida para ella y su hijo, y luego morirse de hambre – porque ya no había más nada.
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Sabes, hay tanta gente que hoy están viviendo situaciones similares a la que vivía el profeta Elías y esta pobre viuda de Sarepta. Los problemas se nos presentan como grandes sequías que atentan con robarnos la vida. Problemas financieros que nos exprimen. Conflictos en la familia que nos debilitan: que si los hijos/as, que si problemas en el matrimonio. A veces, en medio de una enfermedad o muerte nos sentimos como que nos secamos. Las malas noticias que escuchamos constantemente en los noticieros nos llenan de ansiedad.

Los desencantos en nuestras relaciones cotidianas nos roban la alegría. Las presiones que recibimos nos llenan de desesperación. Las injusticias de las cuales somos testigos nos consumen por dentro.  En la iglesia, los problemas y la incertidumbre nos llenan de frustración, y el tanto trabajo nos roban las energías y nos sentimos cansados.

Cuando estamos pasando por estas situaciones tan difíciles sentimos que estamos caminando por el desierto: QUE NOS SECAMOS, QUE NOS MORIMOS, QUE YA NO HAY ESPERANZA, y nuestra fe se debilita. Y a veces, hasta llegamos a pensar que Dios nos ha abandonado, y al igual que la viuda de Sarepta, nos preparamos para en resignación darnos por vencidos/as.

Si al leer estas líneas estás pasando por un tiempo de sequía, o si sientes como que ya se están acabando las posibilidades, o como que ya no puedes más, presta mucha atención porque traigo buenas noticias de parte de Dios para tu vida.
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La sequía que estaba afectando a todo el país donde Elías y esta mujer vivían no iba a terminar pronto. Pero Dios en su misericordia, provechó bendición, aun en medio de la sequía. Por medio del profeta Elías, Dios le dijo a esta mujer que fuera a su casa a prepararle comida a Elías, porque el alimento NO SE IBA A TERMINAR. Dios le dijo a esta mujer en el vs. 13: “NO TEMAS…pues no se agotará la harina, ni el aceite del barro hasta el día que el Señor haga llover otra vez sobre la tierra" - ¡Aleluya!

Esta mujer tenía delante de ella una gran prueba de fe. Ella tenía que decidir a quién le iba a creer. A los problemas y las circunstancias que le decían que ya no había esperanza, o a Dios, que por medio del profeta le estaba declarando que iba a proveer.

Esa misma encrucijada es en la que nos encontramos hoy. Le creemos a los problemas que nos gritan que nos demos por vencidos/as, o le creemos a Dios que promete proveer a todas nuestras necesidades, aun en los momentos más difíciles de la vida. Creerle a Dios cuando todo nos está saliendo bien, eso es bien fácil (un mamey, como decimos en Puerto Rico). Pero, cuando en medio de los desiertos de la vida, que vemos todo a nuestro alrededor secarse y nos sentimos a morir, Dios nos pide que confiemos en El, oiga – y eso muchas veces es bien difícil.

Hoy, en medio de tus problemas. En medio de tus crisis. En medio de la sequía, te digo, como le dijo Elías a la viuda de Sarepta: CREELE A DIOS. NO TEMAS, pues el mismo Dios que le prometió a esta mujer y a Elías que no les faltaría provisión: ES EL MISMO DIOS QUE HOY DE DICE: No se va a agotar la harina de tu tinaja ni se acabara el aceite del jarro.
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Nos dice la Biblia, que está mujer tomó una decisión trascendental en su vida: ELLA LE CREYO A DIOS. Ella hizo exactamente lo que Elías le había dicho, y de manera milagrosa hubo alimento en la mesa para Elías, la viuda y su hijo. Y nos dice el vs. 16 que el alimento NO SE AGOTO y todos tuvieron algo para comer hasta que regreso la lluvia a la tierra.

En este día, en medio de tu sequía: CREELE A DIOS, porque El va a proveer MILAGROSAMENTE. En medio de tu sequía, escucha la voz de Jesús que te dice: En este mundo tendrás aflicciones, PERO NO TEMAS, pues YO HE VENCIDO AL MUNDO.

En medio de los problemas que puedas estar viviendo en tu hogar, en tu matrimonio, con tus hijos, con tus hermanos o familiares, CREELE A DIOS, el va a proveer aun en la sequía. En medio de la crisis económica CREELE A DIOS, pues Dios promete que habrá alimento en tu mesa para ti y los tuyos, aun en medio de la sequía. En medio de tus dudas y preguntas, CREELE A DIOS, y el aclarará tu mente, contestará tus preguntas, y te dará dirección y sabiduría.

En medio de tu cansancio, de tus frustraciones, de tus ansiedades CREELE A DIOS, porque El te va sostener; el va a renovar tus fuerzas como las del águila; el va a dar paz a tu alma. En medio de tu tristeza, CREELE A DIOS. El caminó con Elías, aun en la sequía, y le provecho todo cuanto el necesitaba. Dios está caminando contigo y no te abandonará en ningún momento.
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Jesús nos enseñó que cuando tuviéramos necesidades, a que fuéramos a Dios en oración confiando y Dios proveería a nuestra necesidad.  El evangelio en Lucas 11:9-10, lo expresa claramente: "Pidan, y se les dará; busquen, y encontrarán; llamen, y se les abrirá la puerta. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abre".

En este día, en medio de tu sequía, en vez de andar con la cabeza abajo como el que está derrotado/a, levanta tus ojos al cielo y clama a Dios, y el traerá bendición a tu vida, aun en medio de la sequía.

Y si la bendición, en medio de la sequía te parece algo grandioso, todavía hay más. ¡LA LLUVIA VIENE DE CAMINO! La sequía llegará a su fin. LAS TEMPORADAS DE DIOS SON PERFECTAS – ES PRIMAVERA! Los campos reverdecerán. Los problemas, se solucionarán. La tristeza, se convertirá en alegría. La gloria del Señor se manifestará plenamente y tuya será la victoria…esa es mi fe y esperanza.

Lo declaró para tu vida…lo declaro para mi vida…para tu familia…para tu matrimonio…lo declaro, en el nombre de Jesús…. LA SEQUIA LLEGARA A SU FIN!  

CREELE A DIOS, en la sequía, y aun allí – encontrarás bendición.

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