Lea Efesios 2:1-10 | ¿A cuántos
les gustan las reglas? La realidad es que a nadie le gustan las reglas.
Pero, vivimos en un mundo que está lleno de ellas. En la casa, en la escuela,
en el trabajo, en las tiendas, en la iglesia – en todos los lugares hay leyes y
reglas. En los EEUU, en el año 2013 (según la Biblioteca del Congreso) se aprobaron, nada más y nada menos, que
40,627 nuevas leyes – 40,627 leyes que se añaden al catálogo del congreso que
tiene sobre…listos…2.5 millones de leyes activas, que rigen la vida cotidiana
de los americanos.
Que me dicen de la Biblia, muchas reglas – de hecho, los estudiosos de
la Biblia aseguran que tan solo en los primeros 5 libros del Antiguo
Testamento, podemos encontrar sobre 613 leyes de carácter ritualista, y de
conducta – muchas reglas.
Saben, cuando yo crecía las cosas eran mucho más sencillas. En mi casa había
solo 10 reglas. Las mismas, estaban escritas en una cartulina que estaba pegada
en la parte de atrás de la puerta de mi cuarto. A la vista de todos – reglas
que cuando uno las rompía (ya, ustedes saben...lo que le venía).
Es muy difícil vivir en un mundo lleno de leyes y reglas. Muchas tediosas,
otras son absurdas, arcaicas, anticuadas, y todavía otras son muy complejas y
difíciles de entender.
Como seguidores y discípulos de Jesús, tenemos que darle gracias a Dios
todos los días por la bendición de que nuestra salvación no depende del cumplimiento estricto de todas las leyes y reglas
que hay en la Biblia. Nuestra salvación, como nos recuerda Efesios 2:9, es un
regalo de amor que se nos ofrece gratuitamente
a todos/as los que creemos y entregamos nuestras vidas al cuidado y autoridad de Jesucristo. El Apóstol Pablo escribió “…por gracia ustedes han sido salvados
mediante la fe; esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios, no por obras, para que nadie se
jacte.” – Aleluya. Salvación por fe, regalo de Dios a la humanidad en
Cristo Jesús.
Pero ¿significa esto que los cristianos podemos vivir como nos da la
gana, “dis porque somos salvos por gracia”? La respuesta es un rotundo NO. Efesios
2:10 nos aclara algo muy importante que muchas veces pasamos por alto. Tú y yo
recibimos el regalo de la salvación y una vida nueva en Cristo con un propósito muy especial. Dice la Biblia
“…Porque somos hechura de Dios, creados
en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios dispuso de antemano a
fin de que las pongamos en práctica.”
La realidad es que Dios nos ofrece salvación, no para que luego vivamos
al garete, sino para por medio de Jesucristo, obtengamos libertad de la
esclavitud al pecado y así podamos vivir en la plenitud de nuestro Salvador. Tu
y yo somos salvos/as con un propósito: agradar a Dios, y al hacerlo, traer
gloria a Su nombre.
El problema es, en mi opinión, que mucha gente cuando está hablando de
la nueva vida en Cristo, complica demasiado las cosas con leyes y reglas estériles,
que lo que hacen es confundir y desanimar a sus hermanos en la fe. No debería
ser tan complicado. El Señor nunca complicó las cosas – por el contrario, las
simplificó. Jesús, a la pregunta sobre cuál era la ley más importante contesto:
“Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser y con toda tu
mente. Éste es el primero y el más importante de los mandamientos. El segundo
se parece a éste: “Ama a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos
dependen toda la ley y los profetas.”
¿Qué pasaría si nosotros tomáramos en serio las palabras de Jesús en
Mateo 22:37-40, y las utilizáramos como un punto de partida para regir nuestras
vidas cristianas? Palabras sencillas, pero sumamente profundas. Reglas básicas,
pero en las cuales podemos invertir toda nuestra vida. No se trata de diluir el
evangelio – sino de vivir en la sencillez de las enseñanzas y el ejemplo de
nuestro Salvador. No lo deberíamos hacer tan complicado. Es sencillo, aun
cuando a veces reconozco no es fácil – en Cristo, somos salvos por fe, para que
podamos amar a Dios sobre todas las cosas, y podamos amar a nuestro prójimo,
como Jesucristo nos enseñó a amar.
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Juan Wesley, el fundador del movimiento metodista, creía que era en este
principio de vida (amar a Dios sobre todo, y amar al prójimo), que los
cristianos debíamos permanecer enfocados. Y para animar a los cristianos de su
tiempo, en vez de hablarles de miles o cientos de mandatos, Wesley les
compartió Tres Reglas Sencillas, o principios generales para ayudarles en su
gestión de vivir su salvación – amando a Dios, y amando a su prójimo. Tres
reglas sencillas, que todavía hoy en el siglo 21, nos pueden ayudar a vivir el
regalo de nuestra salvación y alcanzar plenitud en Cristo. Reglas, que han sido
de mucha bendición a lo largo de mi jornada de fe – y me han ayudado a
mantenerle enfocado en mí caminar con Cristo, y que en cierta forma, resumen mi
estilo de vida como un discípulo de Jesucristo.
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Por las próximas semanas, estaré compartiendo con ustedes estas Tres
Reglas Sencillas para vivir en la plenitud de Cristo. Hoy, quisiera
compartirles la primera de las tres reglas. Como seguidores y discípulos de
Jesucristo nos encaminamos a vivir en la plenitud de Dios, cuando guiados por
el Espíritu Santo, PRIMERO, proponemos en nuestro corazón: “no hacer lo que es malo”. Si
algún día vamos a ser exitosos en nuestra gestión de amar a Dios y amar a
nuestro prójimo como nos enseñó Jesús, primero, tenemos que dejar de hacer aquellas cosas que nos apartan de Dios.
Esto es sencillo: para avanzar en nuestro caminar de fe, primero tenemos
que dejar de caminar para atrás. Yo aprendí este concepto, cuando estaba
aprendiendo a manejar mi primer auto, que era de transmisión manual (estándar).
En Puerto Rico, aun en las áreas urbanas hay muchas carreteras empinadas.
Entonces, imagínense, yo tratando de llegar a la universidad guiando por todas
esas cuestas…yo me decía: “Héctor, si vas
a mover este carro para el frente, primero tienes que descifrar como usar el
freno y el cloche para que no se te vaya el carro para atrás”.
Parecido ocurre en nuestras vidas cristianas – Dios nos regala la
salvación (ese carro nuevo, que es estándar), y nosotros llenos de alegría queremos
avanzar en nuestro caminar pero no podemos, simplemente porque no hemos
entendido que para avanzar en nuestro caminar de fe, primero tenemos que dejar
de caminar para atrás. Que para acercarnos a la plenitud de Cristo, primero
tenemos que proponer en nuestro corazón dejar de hacer todas las cosas que nos
apartan de Dios.
Escuchamos a todo el mundo que nos dice que los cristianos somos
llamados a hacer cosas buenas, pero nadie nos dice que la Biblia, antes de
exhortarnos a hacer los bueno, se nos manda a DEJAR DE HACER LO QUE ES MALO. El
Apóstol Pablo le dijo a la iglesia cristiana en Romanos 12:9 “…Aborrezcan el mal; y aférrense al bien.” Y luego
resumiendo las expectativas de amor fraternal entre los cristianos, en Romanos
13:10 les dijo: “El amor no perjudica al
prójimo” – en otras palabras, quienes aman a su prójimo – procuran no
hacerles mal.
Dice la Biblia, que Daniel, ante la
invitación de pecar contra Dios comiendo de la comida del rey que había sido
ofrecida a los dioses, “primero propuso en su corazón NO CONTAMINARSE”. Dios,
al compartir los Diez Mandamientos (Éxodo 20:1-17) con el pueblo de Israel, no
lo hizo porque él fuera un Dios controlador y no quisiera que ellos hicieran
nada. Oigan, pero antes de acercar al pueblo otra vez a Él, era necesario que
ellos supieran las cosas que los estaban apartando de la voluntad divina. Los “NO”
de Dios no son mandatos que nos limitan, sino palabras liberadoras que ponen
freno al pecado en nuestras vidas, y nos proveen límites y balance en nuestro
caminar de fe. Cuando sabemos lo que no podemos hacer (y lo ponemos en
práctica), entonces, somos libres para vivir en la plenitud de Cristo haciendo
TODO LO QUE DIOS ANHELA Y QUE NOS CONDUCE A UNA VIDA DE BENDICION.
Queremos rebajar, pero no queremos
dejar de comer. Queremos cuerpos tonificados, pero no queremos hacer
ejercicios. Queremos estabilidad financiera, pero no queremos dejar de gastar
desmedidamente. Queremos dinero, pero no queremos trabajar. Queremos paz en
nuestros hogares, pero todo lo queremos resolver con gritos y peleas. Queremos
relaciones saludable y estables, pero vivimos desordenadamente. Queremos recibir,
pero no estamos dispuestos dar. Queremos crecer en nuestra fe, pero nada de
orar, estudiar la Biblia. Queremos que Dios nos de lo mejor, pero nosotros solo
le damos a El las sobras. En fin, queremos avanzar en nuestro caminar de fe –
pero, no queremos dejar de caminar hacia atrás.
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En este día Dios nos está invitando a vivir en la plenitud de Cristo. A
simplificarnos la vida. A mantenernos enfocados en lo que es verdaderamente
importante en esta vida – amar a Dios sobre todas las cosas, y a nuestro
prójimo como Jesús nos enseñó. El Señor quiere que cada día nos acerquemos más
y más, y procuremos la vida abundante de Cristo. A que avancemos, crezcamos,
maduremos y a que demos buenos frutos. Pero hoy, con amor, pero sin mucha
decoración, nos recuerda que para avanzar en nuestro caminar de
fe, primero tenemos que dejar de caminar para atrás, y proponer en nuestro
corazón dejar de hacer aquellas cosas
que son malas y sabemos nos apartan de Dios.
Dios quiere que con la ayuda del Espíritu Santo, pensemos cuidadosamente
sobre todo lo que estamos haciendo en nuestro diario vivir, y nos preguntemos
si las mismas en realidad nos impulsan a vivir amando, o nos están apartando de
Dios. Preguntémonos si lo que hacemos de lunes a sábado nos mantiene enfocados
en Cristo, y SI NOS APARTA DE DIOS, SI NOS DESENFOCA – lo tenemos que dejar de
hacer.
Con la ayuda del Espíritu Santo, tenemos que proponernos dejar atrás
todo aquello que se ha convertido en un estorbo y que nos está impidiendo
acercarnos más a Cristo. La primera regla para una vida abundante en Cristo es
bien sencilla: No hacer lo malo, sabiendo que para avanzar primero tenemos que
dejar de caminar para atrás.
AMEN.
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