Tengo una confesión que
hacerles. No sé a cuantos/as de ustedes les pasa, pero a mí nunca me han
gustado mucho las películas que se presentan en la época navideña. No es que
estas películas no sean bonitas, o no presenten mensajes positivos de los que
podemos aprender algo. El problema es que la mayoría de las veces, al ver como
Hollywood nos presenta su versión de la Navidad, algo en mi casi siempre termina
diciendo: la Navidad que esa película presenta NO ES REAL.
NO ES REAL, porque en todas
las películas navideñas, siempre se las arreglan para que al final, en los
minutos finales de la historia, todos los problemas se resuelvan, toda la gente
que estaba peleada se reconcilie, todo el que estaba perdido lo encuentren,
todos los villanos terminen en la cárcel, todas las personas reciban los regalos
que querían…y, no importando en que parte del mundo tome lugar la trama de la
película – siempre cae nieve y se escuchan los cascabeles del trineo de Santa
Claus.
Por tal razón, no nos debe sorprender
cuando vemos a tanta gente deprimida y llena de tristeza durante la época
navideña – si es que la visión que tienen sobre la Navidad no es correcta. Yo
me encuentro con muchas personas que detestan la época navideña – y cuando les
pregunto porque no les gusta las respuestas son tan clásicas, como las
películas de Navidad, que lo más seguro algún día vieron. Me dicen, “para que voy a celebrar si…tengo tantos
problemas…o las cosas en mi familia no están bien…tengo problemas en el
trabajo…no tengo dinero para regalos ni decoraciones…” y la lista puede
seguir.
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La época de Adviento, que es
el tiempo donde nos preparamos para celebrar la natividad de nuestro Señor
Jesucristo, nos provee una oportunidad muy especial para construir una visión
más clara sobre que REALMENTE es la Navidad. La semana pasada, aprendimos que un
regalo hermoso que recibimos de parte de Dios, cuando celebramos la Navidad, es
la esperanza de una vida abundante y
eterna en Cristo. Como vimos, a través de la prédica del profeta Juan el
Bautista en el evangelio de Mateo, cuando nosotros reconocemos nuestra
necesidad del amor y el perdón de Dios, y entregamos todo lo que somos al
cuidado de Jesucristo – nuestra vida se llena de una nueva esperanza. Esperanza que perdura y crece a cada momento, en
la medida que profundizamos en nuestra relación de amor y obediencia con Jesús
– esperanza, que permanece viva y no nos defrauda en ningún momento ¡Aleluya!
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Hoy, el pasaje en Juan
16:16-33, nos lleva a un momento trascendental en el ministerio de Jesús, a
través del cual creo podemos encontrar otro de los eslabones que nos ayudan a
construir una visión clara sobre el
verdadero significado de la Navidad. Jesús, ya a pocas horas de terminar su
ministerio terrenal, tomó unos momentos para despedirse de sus discípulos y
hacerles algunas aclaraciones finales. El, sabiendo lo que sus discípulos
habrían de vivir y experimentar, luego de su partida, les compartió palabras de
gran ánimo. Jesús les aclaró que cuando el no estuviera con ellos, vendrían
situaciones que les provocarían tristeza y sufrimiento. Y, fue más allá y les
añadió que algunos de esos momentos de tristeza y angustia, producirían un
dolor que sería tan intenso como el que siente una mujer embarazada cuando va a
dar a luz.
Pero Jesús no lo dejó ahí. El les aclaró a sus
discípulos que no había razón porque angustiarse, pues El iba de regreso al
Padre Celestial, donde el intercedería por ellos, y cuando eso ocurriera, todo
lo que ellos pidieran, en Su nombre – Dios se los concedería para que hubiera
gozo y alegría en sus vidas. Jesús, concluyó sus palabras de despedida
diciéndole a sus discípulos lo siguiente: “Yo
les he dicho estas cosas para que en mí hallen paz. En este mundo afrontarán
aflicciones, pero ¡anímense! Yo he vencido al mundo” (vs.33).
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Mis amados/as, EN ESTA NAVIDAD Y SIEMPRE, RECORDEMOS
QUE EN JESUCRISTO TENEMOS UNA PROMESA DE PAZ – AUN EN MEDIO DE LOS PROBLEMAS DE
ESTA VIDA. Jesús nunca prometió que la vida sería color de rosa. Mucho menos que no
vendrían problemas ni situaciones difíciles. El sabía de primera mano, por
experiencia propia, que esta vida – tiene sus altas y sus bajas.
Jesús no vino a vivir al "mundo perfecto"
que muchas veces nos pintan en las películas navideñas. El vino a un mundo
donde había pobreza; donde ocurrían injusticias; donde se oprimía al
vulnerable. El vino a un mundo donde había un Herodes que procuró matarlo
cuando aun él era un pequeño bebé. Jesús vino a un mundo donde había personas
que se creían mejores que otras. Donde no había igualdad en la sociedad, ni aun
dentro de la Iglesia. Y, porque Jesús sabía como la vida a veces se presenta –
le dijo a sus discípulos, y nos recuerda hoy a nosotros también, que: aun cuando en este mundo se nos presentaran
aflicciones y momento muy difíciles, no hay porque llenarnos de miedo, de
tristeza ni desesperación, porque en Cristo tenemos una promesa de VICTORIA,
que si la reclamamos y la hacemos nuestra, nos llena de PAZ, aun en medio de
las circunstancias más difíciles - ¡Aleluya!
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Cuando Jesús nació, los ángeles cantaron en los
cielos: “AL MUNDO PAZ”. Entonces, si tu quieres celebrar con gozo en esta
Navidad – no pidas una vida “sin problemas” – pide que la presencia de Dios llene
tu vida, para que aun en medio de las circunstancias más difíciles, LA PAZ DE
DIOS – sea una realidad en ti. No es lo que tú tienes – sino a QUIEN TU TIENES
lo que determina si habrá paz en tu vida. El Apóstol Pablo enfáticamente le
aclaró a la gente de su tiempo en Efesios 2:14, cuando les dijo: “Cristo
es nuestra paz”.
Jesús no vino para crear la fantasía que las películas
nos quieren vender muchas veces por ahí. Cristo vino al mundo a
compartirnos SU ESPERANZA y su PAZ, que es lo que nos ayuda a construir una
mejor realidad para nosotros, y para nuestra comunidad. En las noches, cuando
los problemas quieran atormentarte, en vez de llenarte de ansiedad, declara la
PAZ de Dios en tu vida. Como el salmista, tú también proclama: en paz me acostaré y así mismo dormiré –
porque TU SEÑOR me haces vivir confiado (Salmo 4:8). En medio de las
tormentas que puedas estar atravesando, recuerda: Dios no es la tormenta, sino
la PAZ que te sostiene y te lleva a lugar seguro. En medio de los problemas que
parecen estar fuera de tu control, reclama la paz de Dios, que es lo que nos
ayuda a esperar pacientemente, mientras Dios trabaja.
En tus luchas, cíñete de la
espada de Verdad, que es la Biblia – donde encontraras palabras de aliento y
sabiduría que te fortalecerán y protegerán tu mente y corazón de las mentiras
del enemigo, y traerán paz a tu vida. Ya lo dijo el salmista (29:11) que: “El
Señor fortalece y bendice a su pueblo con la paz. En tu matrimonio, en tu
hogar, en tu trabajo – RECLAMA LA PAZ DE DIOS EN ESTA NAVIDAD. Porque cuando
reclamas la Paz de Dios en tu vida – RECLAMAS VICTORIA – GOZO, ALEGRIA Y
PLENITUD.
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Mis amados/as, La Verdadera Navidad, se hace una
realidad cuando, aun en medio de lo que podamos estar viviendo, PROCLAMAMOS LAS
ESPERANZA y PAZ de Jesucristo en nuestras vidas. Jesús dijo: “La paz les dejo; mi paz les doy. Yo no se la doy a
ustedes como la da el mundo”- Juan 14:27. En este día la invitación es sencilla
– a que en medio de las luchas de la vida, reclamemos la promesa de paz que nos
está disponible en Jesucristo – y así, y solo así, podremos con gran alegría
celebrar, la verdadera Navidad.
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