Lee: Lucas 24:13-35 | Había una vez un joven llamado Ernesto
que no podía ver bien. Lo curioso era que el no sabía que él tenía un problema
con su visión. De hecho, nadie lo sabía: ni su mamá, ni
su papá, ni los abuelos, ni aún sus amigos más cercanos.
Ernesto, pensaba que todas las cosas
tenían unos bordes no definidos y que no había muchos detalles porque así era
que las cosas le parecían a él. Por ejemplo, para él, los árboles eran grandes
motas de algodón verde. Mientras Ernesto crecía, su mamá le preguntaba porque se acercaba tanto
a la televisión. Su abuelo, notaba que cuando Ernesto estaba leyendo un libro,
lo mantenía cerca de su cara. Y en la escuela, Ernesto se quejaba a la maestra
que no podía ver las palabras en el pizarrón claramente.
Finalmente, un día sus padres se dieron
cuenta que el muchacho tenía un problema con su vista y lo llevaron a un doctor, quien luego
de examinarlo, les dijo: “Ernesto necesita espejuelos”. A los pocos días, Ernesto tenía un
par de espejuelos nuevos. ¡Wow! El mundo ahora se veía tan
diferente. Ahora, los árboles tenían hojas. Él podía leer un libro sin tener
que ponerlo tan cerca de su cara. Y ahora podía ver la
cara de sus padres y amigos bien definidas – su nueva vida
con espejuelos era algo maravilloso.
Puede ser que no todos tengamos problemas
de visión tan agudos como los de Ernesto, pero estoy seguro que, en alguna
ocasión, todos hemos tenido dificultad
entendiendo o viendo alguna situación en nuestra vida claramente. Pudiera ser
que te esté pasando ahora mismo.
Tantas veces, se nos presentan
situaciones que nos confunden
o que no entendemos porque las estamos viviendo. A veces los retos son tan grandes
que se nos hace difícil contemplar el futuro con esperanza pues sentimos que
los problemas nublan nuestra vista.
Otras veces, vemos y juzgamos nuestras
circunstancias a través del lente de nuestras experiencias pasadas y se nos hace muy
difícil considerar otras posibilidades. Por ejemplo, a una persona que siempre
ha tenido que resolver todos sus problemas sin la ayuda de nadie, se le podría
hacer difícil considerar la idea de que haya personas dispuestas a ayudarle
cuando las cosas marchen mal. A una persona que siempre ha sido marginada y
rechazada por los demás, se le podría hacer difícil pensar que alguien la
pueda aceptar tal como es. Una mujer que ha sido maltratada o que de niña fue
testigo del maltrato que su padre infligió a su madre, pudiera pensar que
ningún hombre es bueno. Una persona que lleve mucho tiempo atada por un vicio o
mal hábito, pudiera pensar que no es posible vivir libre de esa atadura. Una
persona que ha hecho muchas cosas malas y que no haya tenido muchas
oportunidades en su vida, pudiera considerar el perdón de Dios una locura. Una
persona que nunca se ha sentido amada por los demás, pudiera considerar el amor
incondicional de Dios algo que no hace sentido. En fin, existen muchísimas
cosas que nos pueden llevar a tener una visión distorsionada de la vida.
El relato de la Biblia en Lucas 24:13-35,
ocurre tres días después de que Jesús fue crucificado. Parecido a Ernesto, los discípulos de
Jesús tenían problema entendiendo lo que habían visto unos días atrás. Jesús, su
maestro, el hombre que ellos pensaban iba a librar al pueblo de Israel del yugo
de los romanos había sido ejecutado en la cruz. Cuando Jesús murió, sus
seguidores pensaron que él se había ido para siempre. No sabían que hacer.
Ellos no podían ver las cosas claramente porque estaban confundidos y preocupados
por lo que el futuro traería.
Nos dice Lucas que dos de los amigos de
Jesús estaban caminando hacia su hogar en el pueblo de Emaús cuando otro
viajero se les unió en el camino. Curiosamente, aun cuando ellos no
reconocieron quién era este hombre, comenzaron a hablarle y contarle lo que
había sucedido a Jesús y le dijeron lo tristes que se sentían. Ya cuando era
tarde, nos dice la Biblia, llegaron a su hogar e invitaron al extraño a cenar y a pasar la noche con ellos. Y fue allí que ocurrió
algo hermoso. Era como si de repente ellos se hubiesen puesto los mismos
espejuelos que Ernesto (¿se acuerdan de Ernesto?). Estos dos hombres vieron lo
que no habían visto antes. Cuando sus ojos pudieron ver claramente, los dos
discípulos se dieron cuenta que el extraño que se les había unido en el camino
no era otro sino, Jesús. Jesús no estaba muerto, y porque él estaba vivo, sus
vidas se llenaron de ALEGRIA y ESPERANZA – Aleluya!
En este día las buenas noticias son que
hay alguien que puede aclarar nuestra visión para que podamos ver la vida desde
una perspectiva diferente. Una perspectiva positiva y de esperanza. En los
momentos de tristeza y confusión, no tenemos por qué sentirnos solos ni desamparados
– Jesucristo está con nosotros/as. Aun cuando a veces no podamos reconocerle en
nuestro caminar. Él nos prometió que nunca nos dejaría – que siempre estaría
con nosotros. Y Dios CUMPLE SUS PROMESAS.
Todavía hoy,
Jesús se aparece en
el camino de nuestras vidas para ayudarnos a ver y entender la grandeza de su
amor. Jesucristo se nos
aparece en los momentos más difíciles para abrir nuestras mentes y nuestros
corazones a la verdad del amor de Dios de forma que nos regrese el ánimo y la esperanza.
Puede ser que hoy
algunos/as de nosotros/as estemos caminando llenos de tristeza hacia Emaús.
Derrotados. Frustrados. Ya sin esperanza o con deseos de darnos por vencido. Puede
ser que te estés preguntando en este momento: ¿y ahora qué? – que no tengo
trabajo…que estoy enfermo…que tengo problemas en mi matrimonio… …que ese amigo
me ha defraudado…que se ponen las cosas tan difíciles para los inmigrantes en
este país...que la iglesia se enfrenta a grandes retos.
Las palabras de
Jesús en respuesta a nuestras preguntas son sencilla y poderosa a la vez. Él nos dice: YO
ESTOY CAMINANDO CONTIGO.
ESTOY CAMINANDO
CONTIGO y te protejo en todo momento
ESTOY CAMINANDO
CONTIGO y suplo tus necesidades.
ESTOY CAMINANDO CONTIGO y te doy nuevas fuerzas cuando te sientes
cansado
ESTOY CAMINANDO
CONTIGO y consuelo tu tristeza cuando piensas que ya no hay esperanza.
ESTOY CAMINADO CON USTEDES, iglesia, y si me lo permiten, abro sus ojos
a mi propósito para sus vidas en este tiempo y lugar.
La invitación de
Jesucristo a nuestras vidas a través del pasaje de Lucas es alentadora y llena
de esperanza. Jesús nos está diciendo: “Permíteme caminar contigo y mostrarte
el plan glorioso que tengo para tu vida.
Aun en el tiempo de dificultad confía en mis promesas – yo siempre
cumplo. No le permitas al mundo ni a las circunstancias que te roben el gozo ni
la esperanza.”
Y si todavía nada
de esto es una realidad en tu vida porque todavía no has recibido a Jesucristo
en tu corazón: Reconoce al igual que los hombres del relato que necesitas un
salvador. Invita a Jesucristo a ser tu Señor y Salvador y a morar y reinar en
tu vida. Y el entrará y cenará contigo y tú también podrás decir: Ciertamente
es el Señor el que está conmigo en todo momento.
Hoy, permítele al
Espíritu Santo en este día abrir tus ojos espirituales, tu mente y tu corazón
para que puedas sentir la presencia de Jesucristo en todos los momentos de tu
vida. Y cuando recibas la visión y la convicción de la presencia y compañía de
Jesucristo podrás regresar lleno de valor a tu Jerusalén, no importa cuán
difícil sea la circunstancia, y podrás proclamarle al mundo, y a los retos de
la vida, MI CRISTO VIVE – y PORQUE EL VIVE YO SOY VICTORIOSO, PORQUE EL VIVE HOY
YO TENGO ESPERANZA.
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