Cierto día, un granjero estaba trabajando en sus tierras cuando, de repente y sin avisar, llegó un inspector del gobierno. Al bajarse de su camión, el inspector le dijo al granjero: "Voy a inspeccionar su terreno para asegurarme de que no haya ninguna violación de la ley aquí." El granjero le dijo: "Muy bien, señor, pero, no se meta al campo de atrás de la granja." El inspector, molesto por lo que el granjero le había dicho, sacó su placa de identificación y le dijo en un tono desafiante: "¿Ve usted esta placa? Esta placa indica que yo tengo autoridad para inspeccionar donde yo quiera, y usted no me puede prohibir la entrada a ninguna parte de su terreno. ¿Entendido?"
Ante tal despliegue de autoridad, El granjero se disculpó y le dijo que fuera a inspeccionar donde él quisiera y regresó a su trabajo. Al rato, el granjero escuchó unos gritos de desesperación, y al acercarse al lugar de donde provenían los gritos, observó que el inspector se había metido precisamente al campo de atrás donde le había dicho que no fuera, y que un toro muy bravo lo estaba persiguiendo. Desesperado, el inspector pedía ayuda. En eso, el granjero le gritó: "¡La placa! ¡Enséñele al toro la placa!"
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La moraleja de esta breve historieta es sencilla, pero de grandes repercusiones para nuestras vidas: la autoridad es importante, pero no significa mucho si no viene acompañada con poder.
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El relato bíblico de Marcos 1:21-28 nos lleva a considerar el primer milagro de Jesús registrado en el evangelio según Marcos. Milagro, que cuando lo consideramos a la luz del mensaje completo del evangelio, se convierte en uno de los pilares sobre el cual se edificó el ministerio terrenal de Jesús, y sobre el cual nosotros/as, somos invitados/as hoy en día a edificar nuestras vidas.
Nos dice Marcos que Jesús, en el día de descanso, como era la costumbre, fue a una sinagoga (que eran los lugares de oración y estudio del pueblo judío), y se dispuso a enseñar a los que estaban allí congregados. Pero, como nos aclara el Apóstol, las enseñanzas de Jesús no eran más de lo mismo – Jesús predicaba con autoridad divina. A diferencia de los escribas, cuya autoridad era hueca y de segunda mano, la autoridad con la que enseñaba Jesús era real.
La autoridad con la que Jesús enseñaba movía a la gente a un entendimiento fresco del propósito de Dios para sus vidas. La autoridad con la que Jesús enseñaba movía a la gente al arrepentimiento y a una obediencia responsable de la ley. Traía esperanza al que estaba caído. Impartía sabiduría al que estaba confundido y libertad a los que vivían cautivos y esclavizados a las tradiciones y religiosidad. Jesús, ceñido de toda autoridad, confrontaba la maldad de Su tiempo y denunciaba las injusticias que oprimían al pueblo.
En fin, Jesús tenía verdadera autoridad.
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Inmediatamente, el texto bíblico nos reseña un encuentro muy peculiar entre Jesús y un hombre, que como nos indica Marcos, tenía un espíritu inmundo. Encuentro, que aun cuando no vamos a entrar en detalles en esta ocasión, nos deja claro que Jesús no solo contaba con autoridad para enseñar y persuadir a la gente a vivir según los propósitos de Dios, sino que también tenía el poder para derrotar todo lo que se presentara como oposición y que atentara con separar a la gente del amor de Dios. Lo más seguro, esa no era la primera vez que el hombre asediado por el maligno se presentaba en la sinagoga para hacer un espectáculo. Pero ciertamente fue la última – porque en esa ocasión se encontró con Jesús, en quien residía toda autoridad y el poder de Dios.
Cuando el espíritu levantó su voz en contra de Jesús, el Maestro con toda autoridad exclamó – SILENCIO. Y el espíritu se cayó. Y luego, Jesús, ceñido del poder divino le ordenó que saliera del cuerpo del hombre, y el espíritu SALIO.
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Hoy, el Espíritu Santo nos está recordando, que es sobre este pilar que debemos edificar nuestras vidas. Construyamos en la autoridad de Jesucristo, valiéndonos no de nuestras propias fuerzas, sino del poder de Dios, según nos ha sido revelado en Cristo, y se manifiesta hoy por medio del Espíritu Santo.
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¿Sobre qué autoridad, y en que poder, están construyendo sus vidas? Porque aquí no se trata de la autoridad ni el poder limitado que nos dan los títulos, el dinero, las influencias (que es lo que mucha gente anda persiguiendo en la vida). Aquí no se trata de la influencia que podamos impartir sobre otros por medio de manipulaciones, engaños o el miedo.
De lo que yo les estoy hablando es de, en humildad, vivir sometidos a la autoridad de Dios y valiéndonos del poder del Espíritu Santo, para caminar en el propósito de Dios en nuestras vidas. Esta autoridad. Este poder…está disponible para cada uno de nosotros/as, si vivimos cobijados bajo la gracia de nuestro Señor Jesucristo. El mismo poder que descendió sobre Jesús en su bautismo. El mismo Espíritu que levantó a Jesús de entre los muertos, nos ha sido dado para que podamos vivir la victoria de Cristo en nuestro diario vivir.
La promesa fue clara – cuando les sea dado el Espíritu Santo, recibirán poder y serán mis testigos. Puede ser que Pentecostés sea un evento que celebramos una vez al año, pero es una realidad que debemos vivir TODOS LOS DIAS EN TODAS LAS AREAS DE NUESTRAS VIDAS.
¿Sobre qué autoridad, y en que poder, estás construyendo tu vida? Yo espero tu respuesta sea contundente – sobre la autoridad y el poder de Jesucristo. Pues, muy claro nos enseña la Biblia que en vano trabajamos si nuestra vida no se levanta en el fundamento de Jesucristo.
En tu hogar – reclama el poder de Dios. En tu matrimonio, reclama el poder de Dios. A tu esposo/a no lo vas a cambiar a gritos o insultos. Solo en el poder de Dios y con la autoridad de Cristo es posible. Orando. Dando buen ejemplo, y testimonio del amor de Dios.
Con tus hijos, que la autoridad no te la concedan los gritos o los cantazos, sino la sabiduría de Dios y tu buen ejemplo como discípulo de Jesucristo. Jóvenes, en la escuela, el trabajo, y con sus amigos…ante las tentaciones – el poder de Dios está de su lado para ayudarles a salir adelante. En el trabajo, que no sea tu título o posición, sino tu integridad y ética de trabajo lo que te gane el respeto y admiración de tus compañeros de trabajo.
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IGLESIA DE JESUCRISTO – ¿sobre qué autoridad, y en que poder, estamos construyendo? Las estrategias son buenas, los planes son necesarios. Pero sobre todas las cosas, asegurémonos que estamos diligentemente procurando que todo lo que hacemos esté en línea con la visión de Dios, y que estamos operando no en nuestras fuerzas y sabidurías, sino en el poder del Cristo Resucitado. Poder que sana, poder que liberta, poder que perdona, que transforma vidas y comunidades enteras. Que cuando la gente vea lo que ocurre en la iglesia, como vivimos, como amamos, como servimos como instrumentos de amor, misericordia y justicia, SE ASOMBREN, SE MARAVILLEN – y crean que Jesucristo es el Señor.
Y, vivamos agarraditos del poder de Dios, para que cuando nos encontremos con los toros rabiosos de este mundo – a diferencia del inspector de la historia que les compartí al principio, que todo lo que tenía era una placa para enfrentar el momento, nosotros podamos enfrentarlos con la autoridad que nos ha sido concedida en Cristo, y así vencer en el poder de nuestro Salvador.
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Hoy, reflexionemos sobre en qué autoridad y poder estamos edificando nuestra vida. Y pidamos en humildad al Señor nos ayude a vivir en su autoridad y poder para bendición de nuestras vidas y para bendición de las personas que el Señor pone en nuestro camino. Si reconoces que has estado viviendo fuera de la autoridad de Dios, te invito a que reconozcas tu necesidad de Jesús y le pidas al Señor que reine sobre tu vida una vez más. Y, si hoy necesitas el poder de Dios manifestándose en tu vida, te invito a que en fe, proclames tu victoria en Jesucristo y deposites tu carga delante del trono de gracia.
Celebremos la victoria de nuestra fe. Y reclamemos el poder de Jesucristo para que podamos cumplir nuestro propósito en esta vida, para la gloria del nombre de Dios.
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